domingo, 18 de abril de 2010

Me asusta el tiempo

No es el dolor de un amor incumplido, no es la melancolía, no es tenerte o perderte, no es envejecer, es algo más tremendo y más grande que crece dentro de mí, tal vez en el tuétano de algún hueso y que acaso se llama vida. Porque vivir, no cabe duda, es triste, vivir es una daga que se lleva clavada en la sangre. Vivir es pasar el tiempo, y este se te va gastando, vivir es no darte tiempo de todo lo que te falta por vivir, vivir es no ver cumplido tu sueño, vivir es gustarme a ratos y no gustarme nunca, vivir es añorarte y saber que pasa la vida sin encontrarte, vivir es esperar a pasear mis últimas tardes. Me duele abrir los ojos cada mañana y no verte. Me duele dormirme cada noche porque ha pasado un día sin ti. Te se, te siento y te añoro… pasa la vida y soy consciente que la violencia que sopla entre mis piernas y en mi sangre se agazapará un día bajo mis años y poco a poco se echará a dormir, me haré vieja, mi vida habrá pasado y tú no estarás a mi lado. Ahora en el recuerdo ensarto sueños como cuentas, pero ante tu ausencia pierdo el hilo y las veo rodar melancólicas por el suelo y perderse entre las patas de los muebles y mis pies. Sigo viviendo y me columpio aburrida en el péndulo del tiempo y sabiendo que te vas en cada tic-tac del reloj.
Cuando hundo el rostro entre las manos no lloro por nada en concreto…las manos quedan ahí olvidadas, se me caen las lágrimas igual que se me caen las palabras cuando no puedo gritarlas. Es solo un ejército de arañas que teje y desteje sílabas inútiles…. Yo no puedo gritar, no puedo apaciguarme porque tengo la certeza de que nunca me ocuparas del todo. No hay voz humana que me consuele si no es la tuya, porque ellos ignoran la palabra exacta.
Algún día Dios me dirá levántate y tendré que irme. Contigo es el privilegio de la dicha y la ternura, la piedad y la paz, esa enorme generosidad tuya y la alegría, tu palabra afectuosa, la mano en mi espalda y tu voz, contigo es amar la vida, sin necesitar mucho más, quizás sea la inconsciencia pero yo la siento verdad. Todo a tu lado parece ilimitado y sin ti es el eterno luto bajo mi piel. Pronto llegaré a esa edad en la que los recuerdos se convierten en el sustento de la existencia y perderlos es peor que morir. Me siento tras estas manos que ocultan mi rostro en el momento de madurez mas extraordinario que he sentido nunca, pero mi historia es insegura y vacilante… lloriqueo ante algún miedo o recuerdo, ante la nostalgia y la certeza, me lastiman los olores, me ensordece al resto del mundo alguna canción, un sabor que me lleva a otro lugar, un ir y venir por toda mi vida, un pasearme mis sueños…. Un miedo a tenerlos y pánico a perderlos. Vivir es triste… siempre es triste, no puedo parar el tiempo ni mi vida, no sé que hacer, porque la angustia de no tenerte se me encoje dentro de la camiseta. Es fácil estar enfadada cuando eres conciente de que existe tanta belleza en la vida cuando estoy a tu lado… la he visto toda a la vez y es demasiado. Es llenarse de dicha y saber que no puedo aferrarme a ella porque resbala por mí y se va cada día de mi lado.
Aquí y ahora necesito que me enseñes a serenarme el juicio, a sostener el ánimo, afrontar la adversidad con calma, abrir y cerrar la ventana y ver estallar la primavera, reventar la luna llena y bramar las olas a mis pies, sin ti nada de eso podré ver. Por eso me tapo la cara, para esconderme detrás de tanta certeza, para rendirme sin armas a la vida, a lo que ella ha querido y he decidido por mi, a mis respuestas… a amar con absoluto derroche… se que he perdido, y aunque no he perdido la lección…¿Para qué me sirve ahora? Ya tengo edad para ocultar mis lágrimas y mis ojos tras mis manos y saber que este amor mío es amor perdido, amor hallado, amor mío perdido y hallado en el mismo otoño de mi vida, donde me ha temblado el alma, ignorando si de penas o de fríos, de ternuras antiguas o de miedo. Quiero vivir a tu lado, la misma vida, quiero comer contigo, estar, amar contigo, verte y tocarte…lo dicen mis sueños, mis palabras escritas, esa daga que llevo dentro, los latidos de mi sangre, el cansancio de mi cuerpo y la tristeza de mis ojos. Lo dice mi boca en silencio y mis gritos sordos, lo sabe mi almohada, mis pies que tanto te buscan… y lo sabes tú. Me pasa la vida y se vuelve vieja, vieja la noche y vieja yo, viejos mis brazos y mis pechos, viejas mis piernas y mi sonrisa, vieja, vieja, me volveré vieja y no estarás a mi lado. Cosas que no conozco, que no he aprendido, cosas que solo tú me has enseñado, cosas que me hacen llorar y por eso me escondo en mis manos…. Porque no puedo dejar el tiempo paralítico de un mordisco, aunque se que la botella esta llena, solo es mi vaso el que está vacío. Solo me queda dejar las tijeras abiertas para ver si ella tiene el valor de cortar el hilo de mi destino…. Mientras tendré el rostro hundido en mis manos y esperaré que mi corazón emprenda de mi cuerpo a tu cuerpo el último viaje. Estaré escondida.

viernes, 16 de abril de 2010

Locas palomas negras

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! Golpes como del odio de Dios, como si ante ellos, no pudiéramos explicar como pasó, como sigue pasando... Yo no sé. Hay golpes en la vida tan fuertes....que se empoza el alma.... que abrieron y siguen abriendo zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte... que hicieron que los hombres gritaran... Perdóname, señor: qué poco he muerto!
No es una maldita novela, si hay algo que está maldito es nuestra Guerra Civil, porque fue atrozmente injusta, porque tenemos que saber que pasó, porque hay cosas que no se deben remover pero tampoco callar, porque todavía cuando recorres cualquier pueblo, sientes la húmeda tierra de cementerio que huele a sangre amada, porque fue ayer. La historia sigue viva e interesa porque sabes que puedes tocar todas las puertas de un pueblo y preguntar por alguien que ya no está, que se fue sin avisar para no volver, interesa porque en cualquier lugar encuentras una pared manchada de olvido...........cicatrices abiertas del tiempo.........destinos que blasfeman......criaderos de nervios y almas en pena......... malas brechas que abren el corazón al sentir tanta pena.......pedradas negras........moscas lloronas en cuerpos callados..........que no debemos olvidar. Es un triste viaje por pueblos donde quedaron muchos abrazos dormidos, muchos besos sin dar. Muchos agujeros llenos de llanto y de miedos, de hambre y miseria.......de sueños rotos y de hurtos de libertad. Pueblos que recuerdan a hombres con brazos atados a los que van a fusilar y a soldados a punto de disparar... a madres gritando, a hijas llorando... No, no creo que esté de más, leer una vez más una novela más, la misma historia repetida, que más da....la historia sigue viva, y está caliente. Mejor no olvidar, aunque sin culpar.
La novela recuerda el miedo... ese que sentimos, al contemplar un instante a un anciano que vivió esa guerra, lo miras con ternura, y quedas atrapado sin remedio por la incógnita que siempre provoca un hombre senil, la incapacidad de mirar a sus ojos perdidos y conocer una historia que se muestra deseoso de contar, que necesita saber que se sabe, que se sepa lo que ocurrió, su historia es tremendamente triste, enormemente dura e injusta, estas páginas ponen nuevamente voz a esos hombres que la vivieron. Isaac Rosa hace una buena labor, cuenta lo que todos cuentan, quizás nada nuevo, no habrá ya nada que descubrir, es cualquier pueblo, cualquier nombre, pero logra seducir, a través de un misterio, de unas almas fantasmas que se vuelven locas y ciegas a la verdad.
La Guerra civil fue una locura, y en estas páginas es esa locura la que ayuda a unas gentes a vivir, a esperar un regreso. Unas mujeres que se quedaron solas porque una injusta guerra les arrebató lo que más querían, niños que duermen y amanecen sin padres. Plazas llenas de hombres en grupo de a uno, armados de hambre, en medio de una lucha desigual ¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones precedidas de dolores con rejas de esperanzas, de dolores de pueblos con esperanzas de hombres. De mujeres que gritaban “No mueras, te amo tanto” pero el cadáver ¡Ay! Siguió muriendo...
¡Cuídate España de tu propia España!
Y esa tierra para sobrevivir se vuelve loca. La locura se confunde con la desesperación, con la tristeza..................la locura llega despacito, pequeña, escondida en las formas de engaño que practicamos para sobrevivir...........cuando no queremos distinguir entre el sueño y la realidad, el pasado y el presente, la ilusión y la mentira. La locura no como desesperanza, sino todo lo contrario, la locura como esperanza, como ilusión, entregarte a la locura para sobrevivir. Todos de alguna manera hacemos lo mismo, como una forma menor de delirio, crearnos una realidad o una memoria a tu medida, y acabar negando cualquier cosa. Eso hace esta novela, recordarnos una historia a medida de cada uno. Una vez más nos encontramos con el pasado, con la memoria, la que nos han contado y la que hemos aprendido. Con el discurso de la memoria, con la forma en que este se construye y la manera en que la asumimos.
Quizás no importe el argumento, ni la forma, sino el homenaje. Un nuevo homenaje al dolor del mundo, al dolor del pasado, al estremecimiento humano, a tantas y tantas bocas llenas de esperanza que no pudieron gritar... Volver a pasear delante de tantas paredes comunes cubiertas con la cortina de la desmemoria, que solo levanta la nostalgia. El autor presenta la demolición de su propia novela, en un nuevo experimento sabotea sus páginas, su trabajo. Es una lectura y crítica al mismo tiempo, páginas llenas de un humor ácido que permite nuevamente escuchar la misma historia una y otra vez. Es una manera novedosa de contar, la autocrítica del mensaje y del estilo. Dos historias cruzadas, dos vidas, un niño adulterado que quiso ser escritor y un clásico cacique que quiso ser político, una vieja foto y un nombre en el reverso: Alcahaz.... una jaula llena de tristes palomas negras. Para volver a saber que en los dos campos hubo buenos y malos y al fin al cabo todos somos culpables. Todos podemos ser Caín.

¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
Donde mi pobre gente se morirá de nada!
Chapoteando en la vida como simples almas

Lo cuentan

Yo solo espero, espero y espero. Tengo muchas cosas que contarte, ¿Qué te cuento? ¿Dónde estás? ¿Por dónde empiezo? Mi intención solo es amarte, pero quiero contar…porque tengo miedo, porque así no se puede amar, se te cansa la espera. Lo mismo todavía no tengo edad para contar y tengo que esperar un poco más. Yo solo te cuento a ti, te cuento mis miedos…te cuento mi soledad y te cuento mi esperar ¿Te cuento lo que dicen que cuentan?........... voy a contar.
Lo cuenta la historia, lo cuentan los libros, lo cuentan las leyendas, lo cuenta la chica del diván, las viejas a las puertas, al fresco en las calles de los pueblos, lo cuentas los jóvenes en los patios de vecinos, esos a los que a ti te gusta visitar, entre aspidistras y pilas de lavar… sí, ellos lo cuentan. Los cuentos no lo cuentan, ellos no lo pueden contar, allí solo hay ranas y princesas que al besar tienen un amor por empezar y un buen final y no un amor que muere por necesidad. Lo cuentan los niños cuando juegan al coro, formando retahílas, en plazuelas y alrededor de las fuentes. Lo cuentan las canciones de antaño y las de ahora, también lo cuentan. Los trovadores, las folclóricas con sus desesperos que dicen: yo tan sola y tu tan lejos………... Lo cuentan los poetas, los que escriben y los que respiran poesía pero no la escriben. Lo cuenta la gente y juro que no me lo invento, yo no sé inventar. Eso era antaño, pero ahora en tiempos modernos también se escucha. También ahora se cuenta que se acaba el amor, sí, se acaba, es muy fácil que se acabe el amor. Lo cansa la espera.
Todos cuentan que algunos amores se acaban rompiendo, que dos almas que se quieren, van y se dejan de querer, que el olvido es consecuencia de una distancia y el cariño viene del rozar; y viene de antiguo que con tanta tristeza, los amantes acaban diciendo:
¡¡No ves que pierdo la vida, no ves que me estoy muriendo!!
Sí, eso lo cuentan que pasa. Cuando aprieta la soledad, y en silencio es cuando ahoga el recuerdo del que está lejos. ¿No lo ves? Con tanta distancia se nos marchitan los sueños, y el alma. Te pesan las alas, algo te ata a la tierra y no llegas al firmamento. Entre los brazos del desamor, se apaga este fuego, lo sopla el viento, despacito, pero sopla, hasta apagar. Los amores se mueren y no hay plañideras que los vengan a llorar, aquí cuentan que lloran las almas que ya se dejan de amar. Ahí no existen lutos, a nadie le importa como vistas luego el alma, si de negro, de malva o la dejes sin tapar. Nada ni nadie te viene a velar. ¡¡Escucha, que te cuento mi miedo!!
¿Oyes a las viejas?................dicen que los amores deben estar juntos, muy juntos, para que las respiraciones se abracen, si no es así, acaban no pudiendo respirar; lo dicen las viejas no lo digo yo. ¿Tú crees que es cierto? Eso de que la distancia es el olvido, tú crees que lo que cuentan será verdad, o será solo una quimera para forzar a que no te exponga a esta añoranza el que sientes que no está, yo no lo sé, si es mentira o es verdad, solo sé que se cuenta, que lo dicen, que no es bueno sentir esa soledad. ¡¡Estás siempre tan lejos!!
Si no es así, no vale la pena, te come la tristeza, aunque no quieras te matan los celos de tanto envidiar, te sangra la herida, o se infecta sin sangrar y la vida se escapa por una rendija, o peor por un sumidero, de tanto llorar, y de tanto no estar.
Lo cantan los niños, lo cuentan los tatuajes de los marineros que están siempre en la mar, lo leen los soldados en las cartas en el frente, le cuentan las cartas que alguien se ha cansado de esperar, lo cuentan los que cruzaron el mar en busca de porvenir y libertad con una maleta de cartón y una foto en color sepia en el bolsillo, la miraban y miraban y un día la dejaron de mirar, sin darse cuenta ni pensar. Lo cuentan los limpiabotas en sus cuentos y hacen gestos con las manos llenas de betún, lo silban los vientos, lo mecen las hojas, los pájaros con su canto, hasta los árboles lo contarán si alguna vez han escuchado el eco de un “Te Quiero” en un gritar, lo dicen los corazones rotos que pintan las niñas en el vaho de los espejos y viene de antaño que en los ojos aparece el llanto, la pena, y la tristeza. Después, el mundo parece un desierto, pierdes el sentido y las ganas de vivir, te falta hasta el aire, buscas un oasis, algo a qué a garrarte. Y solo sientes que aunque no quieres morir de amor, sientes que de amor puedes estar muriendo. ¿Me pasará eso a mí? ¿De amor puedo morir?
En realidad estos chismes son solo restos tejidos de historias sencillas, de pueblo, cuyo valor brota del calor que infunden y de la nostalgia que suscitan. Yo no quiero quedarme en mi prisión para cantar canciones de dolor. No, eso no, yo solo quiero amarte….amor, yo no quiero esperarte. ¿Dónde estás?
Y entre esos amores perdidos, llegan amores eternos y viene de siempre que tanta tristeza se va con el tiempo…...el corazón aunque no se recicla se recompone, y acabas no muriendo de amor sino de viejo. Menos mal, ya nadie muere de amor, ni por falta ni por sobra. Lo cuentan las viejas, las novelas y lo dice Katsumi ¿fue la última? desde Sayonara ya nadie muere de amor, gracias a Dios, la pobre se vistió de Madame Butterfly para ir a la ópera, y aunque murió cantando, murió de amor, menos mal, ya nadie muere de amor, gracias al cielo, a los santos y al talismán de mi corazón, se terminó, ya nadie muere de amor, es mejor morir de viejo pero recordando amores eternos. O recordando un tango, que aunque tango también cuenta:
Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve, sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra, vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.
En fin, te cuento lo que cuentan porque tengo ganas de contar y mucho miedo de callar, tengo que contar, por eso te cuento. Yo aun no soy vieja, por eso cuento lo que cuentan, dentro de algunos años contaré esas historias y la mía, a quien me quiera escuchar. ¿Dónde será?..................no sé, en una puerta al fresco, en un patio o en un zaguán, lo que sé de verdad es que entonces seré pasado y en ese momento podré contar. Tengo miedo del final, amor… tengo miedo de no encontrarte… de no poder empezar. Tengo miedo de esperarte y sin embargo te tengo que esperar.

viernes, 2 de abril de 2010

Un encuentro


Es fácil estar con él. No ha sido un presentarse, porque ya nos conocíamos, ha sido un encontrarse. Le envié unas letras, claro está, entre nosotros no puede ser de otra manera, pidiendo verle, y acepto encantado. Accedió a volar, a salir, por un rato de su lugar y encontrarse conmigo donde yo quisiera, me dijo, me dio a elegir, a él le cuesta muy poco viajar, se mueve con facilidad. Era importante el sitio, una no se sienta un rato a charlar con Chejov en cualquier lugar. Tenía que ser un sitio especial, acogedor por su ambiente literario y clientes de excepción. El café de Doña Rosa pensé, eso estará bien, se lo comuniqué y allí fue. Yo tenía ganas de volver, me resulta grato, el sentarme en uno de sus divanes acolchados de peluche y tomar un café. Te eché de menos.
El entrar allí es un volver atrás en el tiempo, el olor a chocolate y tabaco, todo el mundo fuma allí, los dorados y labrados en las maderas del techo, sus grandes lámparas de cristal, algún que otro espejo decrépito en las paredes, un reloj, de agujas y numeritos dorados que da las horas cuando quiere, y un gran teléfono negro, el único, quizás, de todo el lugar. Es un paisaje físico, que está poblado de seres humanos, que llenan el recinto con sus miradas, con el humo de sus cigarrillos, con sus conversaciones, con sus vidas y sus rumores. Se forman bonitas tertulias alrededor de sus mesas de “costoso mármol”, donde se construyen fábulas y esperanzas ilusorias o se disfruta de algunos gozos y alegrías.
Llegué al lugar, intencionadamente un rato antes, para disfrutar en soledad de ese ambiente singular y quería ver a Antón llegar. Me senté en una de las mesas que hay antes de llegar a la tarima de la orquesta, era temprano, nadie acompañaba al solitario piano y no había demasiada clientela. Doña Rosa estaba ocupada dando órdenes al camarero para que expulsara a un parroquiano insolvente. En el mostrador le hacen buena compañía a la dueña, la bonita cafetera niquelada que borbotea, pariendo sin cesar tazas de café exprés, mientras al otro lado la registradora de cobriza antigüedad abre su boca sin cesar, cobrando consumiciones, que aumentan el poderío económico de la dueña del café. Ella, tiene un físico imponente, si respira con profundidad, su presencia llena la escena, en este momento pega la hebra con el encargado, hablan de onzas, de leche y de escasez.
Un camarero con ánimo cansado y arrastrando un poco los pies me trae café. Los recuerdo siempre igual, embutidos en sus trasnochados smokings y sujetando las bandejas por el borde desgastado. El limpiabotas me sonríe pero no se acerca, se queda a esperar el trabajo, que aún está por llegar. El cerillero tampoco me presta mucha atención, me conoce ya, y sabe que no suelo fumar, entonces sola, me dedico tranquilamente a observar. La mayoría de los clientes del Café de Doña Rosa son gente sin recursos, pero siguen con atención el movimiento intelectual y literario de una época. Allí estaban los de siempre, los que meditan a solas, sobre entrañables cosas que les llenan o vacían la vida. Hay quién pone al silencio un ademán soñador, impreciso, otros intentan hacer memoria, con la cara absorta. Los poetas se ensimisman con el lápiz en la mano y la mirada extraviada. El que ocupa la mesa, a mi lado, es un poeta joven, de esos que hacen versos de amor, está ojeroso, escribe algo en el papel y vuelve a buscar, siempre busca a la mariposa de la inspiración entre las lámparas del salón.
En alguna mesa, un cliente distinguido, es fácil adivinar por su atuendo a la moda, su periódico en propiedad y ese aire de importancia al caminar. Esperará a una señora o quizás una tertulia con tintes políticos, para luchar por no agotar las posibilidades de arreglo para este mundo cruel y difícil. Quizás, necesite un pequeño triunfo hoy para mantenerse vivo. Un poco más lejos, en un diván, descansan dos señoras de aspecto triste, diría pesimista, pero encarnan unas claras pretensiones sociales, una es un poco entrada en años, la otra es joven y mira al suelo. Hablan entre ellas y señalan a la mesa de los poetas. Algo deben de saber digno de referir. Toman chocolate.
He visto entrar a Antón, le hago señas desde el fondo del salón. Tiene un aspecto impecable, es muy alto, diría que arrogante, viste inmaculadamente, de negro. Es un hombre de frente ancha, cabello negro peinado hacia atrás; su peculiar perilla y sus lentes de pinzas, le dan un aire distinguido. Está elegante, yo diría que es un hombre bello, no ha cambiado mucho, su aspecto es excelente. Se acerca educadamente, no podría ser menos, las señoras lo miran al pasar y él inclina su cabeza al saludar. Me acerco a él y nos damos un solo beso en la mejilla, Antón es especial. Tiene unos enormes ojos negros que rebosan sensibilidad y una sonrisa pícara, parece un hombre que disfruta del buen humor a pesar de su situación. No está pálido, ni tiene aire de evadido, en absoluto, se le ve lleno de vida, alerta.
Le impresiona el lugar, solo lo conocía por la novela, pero no lo había podido visitar. Le gusta el contacto frío del mármol de los veladores, son antiguas lápidas de cementerio, a las que Doña Rosa les da un nuevo uso, y eso a mi invitado le hace sentirse como en casa. Un atractivo del lugar, es leer por debajo de las mesas, con los dedos, los nombres de los difuntos que tuvieron antes, esa propiedad. Antón ríe, ante esta originalidad, su humor es genial.
Pedimos chocolate, es la especialidad, unos mojicones para mojar y dos copas de ojén. Charlamos, de todo en general. Me cuenta que se encuentra bien, a pesar de sus problemas de salud, no siente malestar, ni vive en soledad. Sufrió una larga enfermedad, pero mejor no recordar. Sabe que no está solo, muchos sufrieron lo que él, conoce a Kafka y a Marguerite Gautier, que pasaron las mismas penurias físicas que él, lucharon años contra ese mal, pero soñaron y amaron de verdad. Sabe que el tiempo no acabó allí, que puede seguir, está con Olga y le queda mucho por contar, necesita seguir contando. Pasa Doña Rosa a nuestro lado detrás de su enorme gato, tropieza con los clientes y dice con frecuencia “nos ha merengao”, el gato parece entenderla y juega a ser perseguido entre las mesas. Antón observa a Doña Rosa y ríe con ironía, me dice que algún día le escribirá un cuento, es la gula y la avaricia personificada; le cuento, que se comenta en el lugar, que guarda baúles enteros de oro, tan bien escondidos que no se los encontraron ni durante la guerra civil. Ya, no se sabe, si pesa más el oro, o ella misma.
Es una buena compañía, Antón. Hablamos de “La Tristeza”, su cuento; le digo que es de lo más profundo y doloroso que he leído. Que es un dolor desamparado, angustiado, es la más honda soledad. ¿Sabes que me dice?......que no me asombre, que al mirar a cualquier lugar puedo encontrar a personas así, como el cochero, solas y tristes. Que el mundo está triste y la gente está sola, muy sola. Que nos estamos olvidando de querer, que no sabemos amar. Que no sabemos vivir, que cuando nos demos cuenta ya no podremos seguir. La Tristeza es casi general. Es una pena, dice, pero es verdad. La soledad es la máscara, la búsqueda, la pérdida, el desamor, las añoranzas………. Un jarrón vacío hecho de cristal de angustias y de sueños; o como un gran cántaro de barro, que cuanto más vacío está, más retumba. Oh…………..hablamos de La Dama del perrito, es su cuento preferido. Dice que la escribió como contraposición a Anna Karenina de Tolstoi, pues no deseaba mostrar la convención social, sino más bien unas personas que aman, lloran, sienten y viven. Un canto a la humanidad. No podía censurarlos por un acto de amor. Le pregunte si conoció a la dama en cuestión y me dijo que sí, que alguna vez la tuvo por compañera, o que, me asome a un espejo. Hay muchas Anna Sergueevna, comentó. Es frecuente, que la suerte misma destine una persona a otra y sin embargo, resulta incomprensible que la misma suerte los ponga a tanta distancia. Que todos los que aman sin reservas y sin pensar, están en ese lugar, delante de un balcón con la persona a la que aman detrás, consolando sin saber que decir o qué no lamentar. Diciendo, no llores más. Me dijo que a esos cuentos no se les puede dar otro final, si lo quieres diferente te lo tienes que inventar. Hay hombres y mujeres que dejan el tren del amor, porque alguna vez lo han conocido; incluso que han podido subir a él pero lo dejaron ir porque sólo quedaban billetes de segunda clase o porque no estaban seguros de querer llegar al destino que se indicaba en su itinerario. El también sabe, de relojes parados y corazones de tiza.
Dice que le gusta escribir y sigue escribiendo, que no sabe de historias ni cuentos, sino de emociones. El mira a los ojos de la gente y se acerca a un sentimientos, o dos, o un montón, somos pura pasión. Así es muy fácil escribir, me dice, basta tener el sentimiento al que dedicarle unas líneas, bautizar a las personas y dejar fluir. Sus cuentos reflejan situaciones aparentemente vulgares, por lo general, somos así, tremendamente humanos. Aunque hay excepciones, por eso hay cuentos que empiezan con: Erase una vez un trozo de madera……………Así comienza el cuento de Pinocho y así se podría comenzar a contar la historia de mucha gente. Hay personas que son eso, trozos de madera, incapaz de sentir. El mundo es un vivero de historias increíbles, pero hay que pararse a mirar.
El chocolate estaba exquisito, ha sido una merienda deliciosa. Doña Rosa nos ha invitado, en un larde de generosidad, no nos ha querido cobrar, esta noche tendrá menos que contar. Pero no todos los días tiene a Antón Chejóv sentado en su salón. Ahora hay más gente en el local, y mucho humo, pero a mi compañero no le parece molestar, hacemos un chin-chin con el último sorbito de ojén, a la salud de Cela, que nos trajo a este lugar. También una promesa de querer regresar. Es hora de irnos y vamos juntos, hacía la puerta. Me cuenta que le espera Olga, para pasear por un jardín de cerezos, que es muy feliz y se siente muy amado. Ya en la calle, un abrazo y no un adiós, más bien un hasta luego, el sabe que voy a seguir leyendo sus cuentos y yo sé que en algún lugar él me esperará, al despedirse me ha dicho que, lo que de verdad ha ganado ahora, es, el no preocuparse por el paso del tiempo, le es igual.
Me hizo ver que el puro presente no es sino el fugitivo progreso del pasado royendo el futuro. A decir verdad, toda percepción ya es memoria. Él, dice sentir………..un bonito bienestar. Ha sido una tarde maravillosa, de no olvidar, que fácil es, si se quiere de verdad.
Hasta pronto, Antón.