viernes, 16 de abril de 2010

Locas palomas negras

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! Golpes como del odio de Dios, como si ante ellos, no pudiéramos explicar como pasó, como sigue pasando... Yo no sé. Hay golpes en la vida tan fuertes....que se empoza el alma.... que abrieron y siguen abriendo zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte... que hicieron que los hombres gritaran... Perdóname, señor: qué poco he muerto!
No es una maldita novela, si hay algo que está maldito es nuestra Guerra Civil, porque fue atrozmente injusta, porque tenemos que saber que pasó, porque hay cosas que no se deben remover pero tampoco callar, porque todavía cuando recorres cualquier pueblo, sientes la húmeda tierra de cementerio que huele a sangre amada, porque fue ayer. La historia sigue viva e interesa porque sabes que puedes tocar todas las puertas de un pueblo y preguntar por alguien que ya no está, que se fue sin avisar para no volver, interesa porque en cualquier lugar encuentras una pared manchada de olvido...........cicatrices abiertas del tiempo.........destinos que blasfeman......criaderos de nervios y almas en pena......... malas brechas que abren el corazón al sentir tanta pena.......pedradas negras........moscas lloronas en cuerpos callados..........que no debemos olvidar. Es un triste viaje por pueblos donde quedaron muchos abrazos dormidos, muchos besos sin dar. Muchos agujeros llenos de llanto y de miedos, de hambre y miseria.......de sueños rotos y de hurtos de libertad. Pueblos que recuerdan a hombres con brazos atados a los que van a fusilar y a soldados a punto de disparar... a madres gritando, a hijas llorando... No, no creo que esté de más, leer una vez más una novela más, la misma historia repetida, que más da....la historia sigue viva, y está caliente. Mejor no olvidar, aunque sin culpar.
La novela recuerda el miedo... ese que sentimos, al contemplar un instante a un anciano que vivió esa guerra, lo miras con ternura, y quedas atrapado sin remedio por la incógnita que siempre provoca un hombre senil, la incapacidad de mirar a sus ojos perdidos y conocer una historia que se muestra deseoso de contar, que necesita saber que se sabe, que se sepa lo que ocurrió, su historia es tremendamente triste, enormemente dura e injusta, estas páginas ponen nuevamente voz a esos hombres que la vivieron. Isaac Rosa hace una buena labor, cuenta lo que todos cuentan, quizás nada nuevo, no habrá ya nada que descubrir, es cualquier pueblo, cualquier nombre, pero logra seducir, a través de un misterio, de unas almas fantasmas que se vuelven locas y ciegas a la verdad.
La Guerra civil fue una locura, y en estas páginas es esa locura la que ayuda a unas gentes a vivir, a esperar un regreso. Unas mujeres que se quedaron solas porque una injusta guerra les arrebató lo que más querían, niños que duermen y amanecen sin padres. Plazas llenas de hombres en grupo de a uno, armados de hambre, en medio de una lucha desigual ¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones precedidas de dolores con rejas de esperanzas, de dolores de pueblos con esperanzas de hombres. De mujeres que gritaban “No mueras, te amo tanto” pero el cadáver ¡Ay! Siguió muriendo...
¡Cuídate España de tu propia España!
Y esa tierra para sobrevivir se vuelve loca. La locura se confunde con la desesperación, con la tristeza..................la locura llega despacito, pequeña, escondida en las formas de engaño que practicamos para sobrevivir...........cuando no queremos distinguir entre el sueño y la realidad, el pasado y el presente, la ilusión y la mentira. La locura no como desesperanza, sino todo lo contrario, la locura como esperanza, como ilusión, entregarte a la locura para sobrevivir. Todos de alguna manera hacemos lo mismo, como una forma menor de delirio, crearnos una realidad o una memoria a tu medida, y acabar negando cualquier cosa. Eso hace esta novela, recordarnos una historia a medida de cada uno. Una vez más nos encontramos con el pasado, con la memoria, la que nos han contado y la que hemos aprendido. Con el discurso de la memoria, con la forma en que este se construye y la manera en que la asumimos.
Quizás no importe el argumento, ni la forma, sino el homenaje. Un nuevo homenaje al dolor del mundo, al dolor del pasado, al estremecimiento humano, a tantas y tantas bocas llenas de esperanza que no pudieron gritar... Volver a pasear delante de tantas paredes comunes cubiertas con la cortina de la desmemoria, que solo levanta la nostalgia. El autor presenta la demolición de su propia novela, en un nuevo experimento sabotea sus páginas, su trabajo. Es una lectura y crítica al mismo tiempo, páginas llenas de un humor ácido que permite nuevamente escuchar la misma historia una y otra vez. Es una manera novedosa de contar, la autocrítica del mensaje y del estilo. Dos historias cruzadas, dos vidas, un niño adulterado que quiso ser escritor y un clásico cacique que quiso ser político, una vieja foto y un nombre en el reverso: Alcahaz.... una jaula llena de tristes palomas negras. Para volver a saber que en los dos campos hubo buenos y malos y al fin al cabo todos somos culpables. Todos podemos ser Caín.

¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
Donde mi pobre gente se morirá de nada!
Chapoteando en la vida como simples almas

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