lunes, 11 de octubre de 2010

Un hombre bueno.

Un hombre bueno.

Padre nuestro que estás en los cielos, tengo que contarte que este hombre tiene frío, siente un frío enorme este verano………a pesar de estar al sol siente frío……….siente el frío del miedo en sus piernas y en su corazón. El hombre a veces llega a temblar por ese frío y cambia el paso al andar, anda despacio, con la espalda un poco curvada por el peso que soporta y sus pies tienden a bailar…. A pesar de buscarte timidamente, así no te va a encontrar. A veces su rictus se congela en una elegante y morena estatua temporal…. Es como perder la vida unos segundos, esos segundos los ha perdido…. Y vuelve despacito, nos mira y retoma el tic-tac a base de pequeños y suaves parpadeos. Este hombre bueno es bello y siempre será bello, guarda un secreto, no envejecerá. Tiene una sentencia de prisas y adioses y va resbalando por la piel de su alma, naufraga hacia dentro por un amargo túnel, un túnel negro en el que va a entrar solo. Padre nuestro, por una vez no hagas tu voluntad aquí en la tierra, no nos dejes caer en la tentación de pensar mal de tu bondad y de tus buenas maneras, déjale en paz.

¡¡A Dios nadie lo ha visto nunca!!

El hombre bueno ama y a veces los recuerdos salen de sus escondites…sin quererlo él, mientras lucha porque las emociones sigan escondidas en cualquier rincón del alma, dormidas entre cobijas tibias y venas vacías. Siente que tiene mil deseos sin resolver y no tiene tiempo, algo que se ha instalado sin permiso dentro de su cabeza no le deja vivir. Nadie sabe ayudarle, nadie tiene poder, nadie puede hacer nada, nadie se va a ir con él, va a abandonarlo todo y lo hará solo. Sus zapatos pronto no tendrán pies ni su traje un hombre, reza como no ha rezado nunca, sin encontrar las palabras divinas que le llevarán a ti, Padre nuestro todopoderoso, quizás puedas facilitarle al menos el camino, quizás puedas buscar para él un milagro, aunque sea de saldo, un milagro pequeñito, de esos olvidados…Libra a este hombre bueno del mal, ya le diste una vez la vida y el pan de cada día, porqué se lo quitas tan pronto.

Padre nuestro…¿Dónde estás?

Eva llora garganta adentro con los ojos secos porque va a perder una de las siete maravillas de su mundo, sabe que su hombre la abraza ya con manos de ausencia, siente un clavar de dientes en la pulpa de su alma y no sabe como embalsamar su dolor… siente como están ardiendo en el hogar de su vida, los troncos de todos sus sueños… y ese humo hace que el aire lo sienta contrariado y espeso y le cuesta respirar. Ella pierde de vez en cuando su mirada y juega con la flor que le pende de una pequeña cadena que siempre lleva al cuello, juega y juega con ella sin parar, mientras siente la sangre corriendo a borbotones por sus venas miedosas. Yo la miro y veo una mujer afligida, regada por regueros de dolor, callada, a veces charlatana y otras ausente, la noto encogida en su propia sombra… ella siente como las entrañas se le retuercen y la estrangulan de tristeza y anhelo. Un dolor desconocido, totalmente nuevo, en un punto indeterminado entre el estómago y el corazón… no sabe qué, la acompaña ahora constantemente.
¡¡Quiero ir contigo donde tú vayas!! Le gustaría decirle a su hombre bueno, pero no puede… ahora no quiere ir con él. No es su momento.

¡¡Dios!! ¿Cómo de fuertes tienen que ser los salmos, himnos y cánticos?

Este, tu hijo bueno…. siente que su crepúsculo está adelantado, esto no entraba en sus planes de vida ni en sus pensamientos… siente que oye constantemente el innoble ruido del reloj del tiempo… ese tiempo que demuestra tanta prisa, mientras él no quiere correr, desde ese día en que su corazón se despeñó por dentro y cayó hasta sus pies sabe que la meta es espeluznante y fatalista. Vemos como se muerde las uñas y se pierde en una especial ensoñación, sin uñas no podrá asirse a ningún sitio, pienso yo, no tendrá agarre. ¿Quizás la fe? Esa fe que tanto necesitaría ahora, no es temor a Cristo, es temor al sufrimiento y a irse de esta, su vida. ¿Ha sido el elegido por Dios, le han señalado por ser el objeto de su amor?

¿Padre nuestro, lleno de gracia, Tú… ofreces socorro, refugio y salvación?

Yo los tengo sentados a mi lado y pienso en el estado anímico que soportan, tan extraordinario… ¿Cuál va a ser su recompensa por los sufrimientos terrenales? ¿Dime Dios? No puedo imaginarte… Como puedes hacerles pasar por la incomodidad de un sentimiento tan malvadamente intenso, resulta exagerado para un hombre bueno. Dios mío, le estás sacando de su cuerpo y de sus sentidos… Deja a mi hermano y amigo en su lugar. Si de verás existes, déjalo estar. Quiero seguir teniéndolo sentado a mi lado, quiero que celebre su cuerpo día y noche, que converse con sus manos y sus pies, quiero que siga siendo hijo y padre, quiero que Eva lo ayude a vivir, quiero sentirle de amigo, le quiero vivo. Déjale estar.

¡¡Dios mío, es un hombre bueno!!

El hombre bueno y herido vigila y vigila su borrador de felicidad, vigila no perder la sonrisa ni el chiste, juega un partido de engaño a la muerte, una hipocresía piadosa a la verdad, no quiere mirar su oráculo ni su carta astral, no quiere hablar de futuro y habla de mañana con palabras vacías. Eva intenta entenderle, adivinar cada gesto de dolor, cada sufrimiento disfrazado de risa, cada lágrima… no pienses, no pienses, le dice Eva con dolor, ya bastante pienso yo.
Pero el hombre piensa… ¿Y la vida no vivida?... ¿Dónde está?... ¡¡No todavía!! Esa vida no vivida es quizás más auténticamente atormentadora que la que está viviendo ahora, duele más…. Poco a poco irá perdiendo…. Perderá el norte y el sur, perderá el surco del deseo y la llave de las palabras… perderá cosas chicas para el mundo pero grandes para él, recibirá sopapos y pellizcos para intentar despertar de ese mal sueño, perderá el aliento y la luz, ahora ama a su mujer y ama a su propia carne, no quiere que sus ojos dejen de mirarla mientras él se encuentra preñado de dolores, este hijo tuyo tiene vocación de vida, y él lo sabe. ¡¡Quiere vivir!!

Padre y Señor nuestro ¿Porqué separas lo que un día uniste?

Yo quiero hablarte Señor, desde este mi lugar, se que eres comprensivo, que tu amor es servicial, que no eres envidioso de los hombres, ni egoísta ni ciego a la verdad, se que eres todo corazón y amor, que no nos guardas rencor. Padre nuestro que sabes de misterios de la tierra y de los hombres, sabes de la vida y de la muerte… Padre, respóndele con una bendición. Tú que tienes también un hijo, sabes de ser Padre, bendice a este hombre bueno y déjale hacer su papel, no vuelvas la cara, no mires a otro lado, mírale bien y déjale correr. Señor que te llaman Todopoderoso….. Es eso que todo lo puedes. Está en tu mano, quizás su salvación?... si Dios es amor, ámanos. Discúlpale de su mal destino. Ten caridad. Este hombre te busca y quiere creerte… quizás sea tarde, pero no te imagino con prisas, tienes toda la eternidad en tus manos, vives allí arriba en tu trono celestial, tienes a tu hijo a tu derecha… ¡¡Ten piedad!

¡¡Padre de todos, qué sea la palabra de Dios!!

Yo no se, yo conozco poco, yo apenas veo, pero siento que el hombre bueno precisa tiempo, necesita tiempo, tiempo sin recato ni reloj, tiempo sin tiempo. Necesita borrar ese susto de su vida, ese garabato de existencia que malvive, necesita una amnistía, no lo cree todavía, que estás llegando a su lado, que su vida es un puñado de sentidos despistados.
Después de todo la muerte es solo un síntoma de que hubo vida, aún es y está. Yo siento la impotencia de no poderle sujetar, que mi recato no me deja acariciar, no encuentro la palabra justa ni esa oración especial, no encuentro un sitio donde esconderle, siento que en su voz ya hay tierra, que es rasposa, que su risa ya no es limpia, que no busca una nube donde subirse, que la meta no se demora, siento que se va, que en sus manos y en su frente se le ha adherido una sustancia negra y pegajosa que le oprime el cuerpo y le dificulta la vida.

¡¡Vamos Padre, intercede por el… dinos el precio, pon penitencias, pero déjale estar!!

Templar de mariposas




Después de la boda su marido resultó ser un hombre calculador y de costumbres fijas en la intimidad. Cada noche, limpio, perfumado y alegre, se sentaba encima de la cama, ponía el despertador con la hora acostumbrada y se acostaba a su lado. Hablaba de alguna rutina del día siguiente, planeaba algún recado y luego empezaba con palabras amables y cariñosas, apagaba la luz, para no turbarla, retiraba la sábana, la acariciaba con moderación y después le ponía una mano en la cadera y le pedía. Ella siempre tumbada, con el camisón subido, él siempre encima; mientras, abajo en la calle iban bailando los sonidos de todas las noches, los ruidos de una ciudad que no la sentía. Embestía. Gemía. Si hubiera querido, ella habría podido contar cada noche las embestidas moderadas, los cambios de ritmo y alguna palabra de rigor, podía adivinar el recorrido de las manos de su marido por todo su cuerpo. Después se tapaba y se dormía. En absoluta oscuridad ella permanecía vacía y aturdida al menos una hora más. A veces se buscaba a sí misma con los dedos. Se lo quiso contar en secreto a una amiga íntima, que le hubiera dicho: Cuando se ama es distinto, pero cómo saber que se ama, cómo explicarle mariposas a una tortuga. Luego de los años ella amó, y fue distinto. Supo esperar, y llegó, no fue tortuga, sabía de mariposas. Una vez, ella sintió de pronto en la nuca, en la raíz del pelo, una especie de agradable punzada interior que irradiaba calor hacia los hombros y las axilas, por eso supo, que fue entonces, sintió la necesidad de apretar las rodillas y esconder su propio secreto. Desde entonces no pudo dejar de mirar su charlatana boca ni sus ojos. No eran pareja, tan sólo dos personas. ¿Conocidos? ¿Amigos? ¿Un acuerdo para un día de otoño? ¿El afecto del atardecer de una vida? Piernas entrelazadas. Las tuyas, las mías. Tú frente a mí y yo frente a ti. Fue el beso. Un hombre y una mujer se aman o no se aman. Tú y yo. Ten cuidado con las palabras no sea que nos toquemos. Fue culpa de las palabras. Yo estoy en calma y tú estás calmado. Con la yema de los dedos te toco la mano: Gracias, estoy bien junto a ti. Tu mejilla es mi mundo.
Pero ¿Cómo empezar una historia de amor?........Ella sabe que si alguna vez acerca su boca a la suya no podrá separarse más, son candidatos a amar, recelan y desean, desean y se sobresaltan a un desconcierto corporal. Ella no es una princesa y el no es un joven. ¿Cómo y por donde empezar a amar? Ella está sentada, él está de pie. Fuera vuelve a llover, la lluvia arrecia y va vertiéndose sobre ranuras negras de persianas viejas, pule cristales de ventanas cerradas que guardan secretos, cae tan fuerte que hace saltar la tierra de las macetas, la calle húmeda y vacía, la luz vacilante, la habitación pequeña. Algún canalón de la casa ronca y se ahoga como un viejo con un mal dormir… cae un manto de agua sobre el patio, brillan las aspidistras y ella no puede dejar de mirarle y oírle. ¿Cómo empezar en este momento una historia de amor? Ella está de pie y él sentado. Está aturdida. Está aturdido. ¿Estás bien? El sigue probando a hablar, a contar, ¿Qué contará?......él nunca para de hablar, mientras habla, ella alarga el brazo y coge la taza de la infusión, huele a anís y él se estremece porque el calor de su pecho casi le ha rozado la espalda. Ahora mismo tengo que quitarle ese nudo de temor, piensa ella, agarrada a la taza. Está caliente y sabe que se va a quemar. Ella le roza, sonriendo con los ojos, y le pide algo, pero algo así: ¿Te casarías conmigo?... Todas las veces, responde él. El hombre le besa los párpados y le va desabrochando los corchetes demasiado tensos del vestido… lleva pintado amapolas. Y llegó el contacto, un tímido abrazo, en parte por la soledad de la carne y en parte por afecto, mucho afecto. Después, ella apagó la luz y los dos se desnudaron con pudor, en total oscuridad, a ambos lados de la cama. Se encontraron a tientas. Ella sintió que tenía que enseñarle, a pesar de su edad, parece que tú sabes más, se dijo. Él no se debe enterar, del tiempo que ha perdido ya, ella no es libre y él no es un trasto viejo, pero sí siente una enorme ansiedad de amarla. Se enseñaron, imaginaron y jugaron. Una erupción de júbilo inundó el lugar, se sintió rodeada por una placenta de mar. Se acabaron las mariposas y la tortuga: se supieron. Vientre contra espalda y vientre contra vientre y hombre y mujer, ellos jugaron a jugar. Se miraron, con ojos de mirar, con los ojos de la carne, los ojos del espíritu ahora están cerrados, no quieren ver llegar la vejez, no quieren que se apague el deseo de la carne, la pasión no va a convertirse en cenizas. Su mirada está alerta y despierta pero los ojos del espíritu están cerrados. Si los abriera solo un instante, sentiría vértigo y se caerían. Los ojos de la carne desean, el ojo del espíritu se consume, él no debería estar aquí y el qué no está no está.
Si pudiéramos verla, sería interesante saber en qué está pensando ahora, por qué tiene esa misteriosa sonrisa de gata adormecida y satisfecha, satisfecha de jugos nocturnos, sabía que ahora reirían todo el rato por nada, solo tendrían que encontrar algo que empezar a contar, él contaría en susurros, contarle su vida, sus días y sus ganas de amar. Deben ser susurros, entre susurro y susurro se encuentra un beso, una caricia, una mirada y una ilusión. Si pudiéramos pediríamos deseos, ¿verdad? ¿Qué deseo? ¿Qué más podría desear, que amar? Se contaron cosas, como escribiendo palabras, borrándolas y escribiendo otras encima. Poniendo títulos, subrayando con miradas y suspiros. Jugaron y escribieron persiguiendo vocablos. ¿Y si no se cumple mi deseo en la vida, que haré toda la vida? He perdido tanto que me da miedo, me siento llena y vacía. Con él, así, siempre llena hasta aquí. Bajo la lluvia,

La ciudad entera desconoce su historia, desconoce su amor y desconoce esas horas de espera. Siguen susurrando mil y una historias. Le cuenta de encantamientos, de amuletos y de sueños. Ella mete su mano entre el heno de ese pecho envejecido, recoge paja e intenta hacerse un nido. Quiere ser golondrina ¿La dejará el tiempo, los dientes del tiempo? Llegará el mordisco, no perdonará, el tiempo no lo hará; no entiende las brasas de mi noche ni la vergüenza de mi día, mi sangre convertida en miel caliente, espesa. Intenta callar para que su silencio le hable, para que le cuente que ha estado aquí y allá, has buscado y has llegado, éste es tu lugar. Y cuando languidezca el día, se vaya la lluvia y se seque la humedad, lo sabrás. Has llegado. Estás aquí. Una tortuga la supo.

Me quedaré aquí.

Mi mujer y mis hijos se han ido a pasar el día fuera, al campo; los niños querían pasar un día con sus primos en la piscina… el calor en la ciudad es sofocante. Yo he preferido quedarme y gozar del silencio y la quietud… de esta libertad que a veces siento que me roban, siempre rodeado y compartido. Y leer, tener tiempo para leer en soledad, un lujo que cada día valoro más…el delicioso lujo de leer en silencio, con la casa a solas.
He estado un rato delante del ordenador, abriendo correos de amigos… pero el tiempo así pasa corriendo, no me interesa que se acabe este domingo de julio en el que tengo la oportunidad de estar solo conmigo, no es que me guste la soledad, no… es la saturación de estar siempre acompañado la que me hace desear tanto un rato a solas y en silencio. He abierto un correo de Juan, mi hermano…. Me cuenta que ha estado unos días en casa de mis padres en el pueblo, pasando las fiestas de verano; la casa está vacía desde que ellos murieron pero nos cuesta deshacernos de ella y está como la dejaron… casi viva. Aún tiene algunas plantas que asimilan las pocas atenciones que les ofrecemos, el buzón sigue atendiendo al cartero, las lluvias de este invierno han herido los patios y el tejado, pero nada que sea irreparable, todos vamos de vez en cuando a pasar algún domingo allí. Juan me manda unas fotos que ha encontrado en algún cajón de la cómoda de mamá… Una me llama la atención, estamos todos, mi madre me sostiene en brazos y ella y mi padre dirigen hacia mí seriamente la mirada, también se prestan a la cámara mis hermanas y mi hermano. Siempre me gustaron los rizos de mi hermana Lola. Todos estamos muy serios… como asustados, era la seriedad del momento… no conocía esta foto ni tampoco reconozco el lugar que aparece al fondo. También hay una en la que estamos sentados mi abuelo Martín y yo en el umbral de la puerta de casa con la perra que llenaba de ladridos mi infancia… “loba” se llamaba, todavía recuerdo como nos vigilaba siempre de pequeños a Lola y a mi. Hay otra que si la conozco, estamos de pie delante de la casa, debía ser un día de fiesta porque los balcones están engalanados y mi madre está muy arreglada, mi padre luce un traje oscuro demasiado corto y Lola y yo les damos la mano, soy el único que sonríe en la foto, mis hermanos mayores no aparecen. Me ha escaneado otras del día de mi boda, en la calle con los vecinos… Julia aún lleva el velo y el ramo de flores, creo recordar que le llevamos el ramo a su abuela al cementerio, era algo así como compartir con los que no están la propia felicidad, nunca entendí esa costumbre como tantas otras, pero la acepte como acepté las demás. La última es de mi primera comunión, aparezco tieso y engalanado con una vela en la mano, me trae recuerdos de rabia y vergüenza, me veo entrando en la iglesia acompañado de mis padres y hermanos, siento como me medio arrastran por el pasillo enfurruñado e impotente. No ocultaba el berrinche y me sentía confundido, no sabía muy bien porque me sentía así. Solo me encontraba metido a la fuerza en un traje que no era para mi, vestido de marinerito con el pelo repleto de brillantina y totalmente engalanado. Al igual que mis compañeros asentía ante la palabras del párroco, incómodo y concentrado…esperando recibir la primera comunión, ansioso por probar la hostia. Recuerdo haberme puesto en la fila, llegar delante del cura, cerrar los ojos fuertemente y apretar mis manos en forma de plegaría mientras mis labios decían la palabra “Amén”… la esperanza que tenía en el cuerpo de Cristo se esfumó, no sentí nada especial, seguía igual de incómodo y nervioso. Entonces la vi, en el banco de enfrente, en el de las niñas estaba mi hermana Lola, preciosa… toda de blanco, radiante… con su corona encima de esos rizos tan maravillosos, su medallita colgada del cuello y su mirada baja, allí quería estar yo, en el banco de las niñas, todas llenas de luz con su camisita y su canesú. Hoy, muchos años después… al recordar aquel momento dos amargas lágrimas me empiezan a resbalar por las mejillas.

Esas fotos me han llevado a recordar mi juventud, mis días pasados… llenándome de nostalgia y de impotencia. Fui un niño feliz, de los de antes, cuando nadie se planteaba la felicidad infantil, solo crecíamos como podíamos, en casa nunca faltó de nada pero tampoco sobró. Mi madre fue una mujer muy dulce y cariñosa que debió enamorarse de aquel muchacho apuesto, tímido y varonil pero con poco futuro, que le pidió un día acompañarla al paseo y desde entonces nunca se separaron. Fuimos naciendo los hijos, ellos trabajando y llevando una vida sencilla, acompañando a los abuelos hasta los últimos días y sintiendo cansar sus cuerpos poco a poco. Siempre fui debilucho y enfermizo, al contrario de mi hermano que había heredado el tipo moreno y fuerte de mi padre y mi abuelo, yo siempre he pensado que fui un hombre impar… era sensible como mi madre, de piel blanca y dulces ojos, de bonitas maneras y como ella, tenía los labios siempre dispuestos en una sonrisa golosa. También es cierto que al principio de mi adolescencia, cuando ya empezó a asomarme un ridículo bigote en mi cara, me cambiaron la voz y las formas, esos rasgos femeninos fueron difuminándose, hasta casi desaparecer. Solo yo sabía que estaba ahí.
De pequeño jugué con los niños en la plaza, a los juegos de antes…. A las canicas y al trompo, a las carreras y a las pedradas…con las niñas me gustaba sentarme en un escalón a escuchar sus enfados y sus sueños, pero nunca jugué a pelotas, tampoco sostuve en mis brazos a una muñeca. Mi padre me regaló una espada y un escudo de cartón plateado que casi no recuerdo haber usado, lo cogía cuando lo veía llegar del campo porque sabía que eso lo haría feliz, peros sentía tanto aburrimiento que poco a poco fui dejando de lado la espada y el escudo y queriendo acercarme a mis hermanas en sus juegos. Me volví un niño callado y estudioso con una adolescencia normal, fuimos a estudiar a la capital mi hermano y yo, de vacaciones al pueblo…entonces ni siquiera soñaba con ver el mar… y fui el único que consiguió ir a la universidad. Estudié magisterio y a los veintitrés años me casé con Julia, también maestra como yo. Fue la única mujer de la que creo haberme enamorado, nunca me he fijado en otra, tenemos dos hijos y una rutina formada, sencilla y creo que feliz.
Como tantos seres humanos, yo también guardo un secreto relacionado con mis sentimientos más íntimos, que solo dejo aflorar cuando estoy solo como hoy, cuando nadie me observa y nada se espera de mi, cuando busco el momento para ser lo más sincero de mi vida, para ser mi verdad y la de nadie más. Para ser yo.
Estos últimos años se ha empezado a pensar y a hablar de una manera más abierta de la tolerancia, de esas teorías sobre la sexualidad, sobre la libertad del individuo. Se han empezado a abrir cajones de los armarios y a salir sentimientos que llevaban allí escondidos muchos años. Cuando escucho estas noticias o veo celebrar en mi ciudad el día del orgullo gay, o algún reportaje sobre el artista de moda que ha declarado abiertamente su original tendencia sexual, cuando escucho todo esto siempre pienso si no existirá en mí una homosexualidad apresada y cautiva, vencida y reprimida por la imposición de una cultura, de una familia, de un lugar… el que ocupo. No he hallado respuesta, tampoco quiero preguntarme más. Es cierto que desde un principio mis relaciones sexuales con Julia han sido relajadas, exentas de toda pasión, existe un cariño inmenso, es la madre de mis hijos y mi compañera. Pero mi urgencia de carne femenina ha sido escasa, prudente siempre con lo ajeno… me he limitado a mi mujer y ni siquiera despistadamente se me van los ojos hacía una alumna o una chica que vaya paseando por la calle y sus formas femeninas hagan volver las cabezas de los que me acompañan. Con Julia soy familiarmente feliz… pero su enamoramiento careció del entusiasmo y la total entrega del mío.
Pero, algo que no me puedo explicar es un deseo que me aparece en cuanto tengo la más mínima oportunidad… como hoy. Me he quedado solo y encuentro un excitante placer en ponerme alguna prenda de mi mujer, darle color a mis labios con algún carmín que tenga Julia en el baño… y sobre todo las medias. Es enorme la satisfacción que encuentro en meter un pie en una de sus medias y notar el frescor y la suavidad del nailon mientras mis manos juegan con ella. Suelo hacer como ahora, a media tarde cuado el sol se ha alejado de la terraza, me asomo vestida así…. Pero siempre detrás de los visillos a ver la gente pasar, vestida de Julia y sintiéndome verdaderamente yo como no me he sentido nunca.
Ese es mi secreto, el de mis sueños… siempre que estoy solo cierro los ojos y sueño mi piel fina y sedosa sin vello, mis cabellos son los rizos que tanto envidié a mi hermana, mi cuerpo delgado se contonea sin demasiado disimulo mientras camino por el salón, y me excita mi propia carne como no me ha excitando ninguna. Me quedo aquí, en mi soledad, con mi secreto y mi silencio… pensando que ya es tarde para mí, que he perdido la llave de mi armario y que no puedo salir. Me quedaré aquí…………sigo siendo el niño asustado metido en un traje que no siente y buscando con los ojos en la pila de agua bendita una paz que no encuentro. Sigo solo.



Águeda












Águeda nota que amanece por los reflejos de la claridad en el cristal…. Sus ojos aún no quieren acostumbrarse a la oscuridad… de noche sueña con escarabajos muertos, infinitas variedades de hormigas e insectos de todas clases… nunca sueña con mariposas ni soles… Le sorprende estar rodeada siempre de tantas criaturas vivas zumbando a su alrededor, ella siempre está sola, aunque está entre ellos. Águeda se siente cada vez más ligera por dentro, en su boca siente el sabor del mundo y de la tierra, mientras sus ojos lo van olvidando… pasan los días y solo ve ese cristal y la vida de Manuel reflejada en él.
No sabe si reír o llorar, pierde la noción del espacio y no puede caminar ni tiene la más remota idea de dónde está… siempre tiene delante su silueta en el cristal. A veces siente los párpados muy pesados y no se siente capaz de cerrarlos, quisiera descansar un poco.

Sabe que es primavera y lleva lloviendo varios días seguidos…. Los nuevos brotes de limonero del patio toman un color verde más intenso e invaden de sombras su visión… Las hojas resplandecen bajo la lluvia… sabe que hoy es martes. Quisiera salir del cuadro y pasear por el camino que sube la cuesta hasta el depósito de agua y esperar la salida de miles de amapolas que cubrirán el suelo.
Manuel ya no es un cuerpo joven, pero se mantiene fuerte y derecho… Lo ve multiplicado en todos esos reflejos del cristal de su retrato….De noche ve su rostro aquí al lado, a oscuras, sus ojos cerrados…. ¿Manuel? Mírame, escucho mi propia respiración y de repente escucho la tuya… Quisiera salir de aquí, caminar un poco por la casa y buscar la cama, tumbarme en tu lado mirando hacía la pared y oler la almohada para sentir el cálido olor de tu pelo, meterme en el hueco que has dejado entre esas sábanas. Por la noche mientras Manuel duerme, Águeda sigue escuchando el tic-tac del reloj de pulsera que él guarda bajo la almohada con sus sueños, sabe de su respiración, de sus ruidos y movimientos.
Sufre al verle tan solo, calentando su café y atendiendo la casa que hasta hace poco era de los dos. ¡¡Manuel!!........dijo por segunda vez y su voz no llegó a ninguna parte…. Su silencio sigue oscuro.¡¡No llores, no llores, no llores!! sufre al verle un poco abandonado, quisiera decirte que ha de cortarse el pelo y afeitarse, que no beba tanto, que deje de sufrir por esa ausencia tonta, que lo espera pronto.
Águeda sabe que la vida junto a Manuel ha sido dura, pero ha sido la suya. Han sufrido muchas estrecheces entre las calles de ese pueblo, pero han tenido una casa a la sombra del depósito y un limonero en el patio. Han tenido tardes de sol e higos frescos envueltos en las hojas de las parras, han tenido fiestas y procesiones, han tenido dos hijos y miles de días y noches. Ella le recuerda subiendo la cuesta contento, quizás un poco borracho, pero eran disculpas de hombres. Al entrar en casa, él la atraía hacia si…. Su aliento olía a alcohol, y su pecho rezumaba aromas dulces del campo…. Acomodaba su cuerpo entre sus brazos y tomaba sus besos y caricias borrachas, besaba su pelo rubio una y otra vez, mientras le acariciaba los pechos por encima del vestido.…. Cuando más borracho volvía más la quería…. Todavía siente sus brazos cálidos y pegajosos alrededor de su cuerpo. No entiende como alguien la ha arrancado de allí, que algo por estúpido o incluso cruel que fuera la haya llevado tan lejos y tan cerca de Manuel…. Ahora se siente una intrusa allí, dentro de ese retrato. Sabe que alguien está convirtiendo poco a poco en cenizas lo que hasta el presente ha sido su razón de ser, su existencia al lado de Manuel.

Son las ocho de la mañana, todavía es temprano pero para un hombre mayor, la mañana, como todo lo demás, ya no tiene el mismo significado que antes. Sabe que Manuel se siente más solo que nunca y eso la va matando… el dolor le hace sentir muy desamparado…. Mira como él se prepara el café en la hornilla que ella ha usado tantas veces…. Lleva la cabeza agachada, le siente muy triste y muy solo….¡¡Manuel!! ¿Cómo estás?... le mira las manos rudas y estropeadas… Mientras corta rebanadas de pan duro…. Las corta muy finas con la navaja que guarda en el bolsillo. Siempre lo hace, acostumbra a cortar el pan duro en finas láminas apoyándose en el vientre para luego utilizar ese pan en la sopa de la cena… Ya sale el café y lo sirve como lo hacía ella, en un vaso chato de cristal mil veces fregado con mucha azúcar…. Sale al umbral del patio y se queda allí quieto, mirando y soplando el café……..le ha caído una gota de lluvia en la mejilla, y se la seca con el dorso de la mano.
¡¡Qué complicado es vivir!!
¡¡Qué complicado es morir!!
Les ha quedado tanto por decirse que necesitarían más vidas. Han sido demasiado callados, demasiado extraños el uno para el otro, han tenido su alma cerrada todos estos años que han estado juntos, aún recuerda nerviosa el día de su boda, rodeada de tanta gente y sabiéndose hermosa, realmente hermosa…. tuvieron sus hijos, trabajaron juntos y pasaron años. Ahora los hijos se han ido y ella no está, Manuel se ha quedado solo, ella cuando lo mira sabe que se le acaba el tiempo…. Siente una enorme tristeza, ahora sabe que lo ha amado siempre, pero nunca se lo ha dicho…Se ahoga detrás de ese cristal sin podérselo contar. Quisiera estrujar tanto la tristeza hasta hacerla una bolita que pasee por sus venas y escupirla tras el cristal. ¡¡Manuel!!... te amo. Ahora entiende lo que no ha sabido entender cuando estaba viva, eso que la gente llama amor, el deseo de estar con alguien las veinticuatro horas del día el resto de su vida, un deseo tan vehemente que a veces asusta, pero también sabe que ella ya no tiene vida.
Manuel mira el retrato de Águeda, la mira con tristeza y sin saber donde encontrarla, se siente tremendamente solo desde que se ha marchado…. Al mirar su retrato quiere chillar de emoción y miedo. No quiere volver a recordarla enferma y sufriendo, dolorosa y fría, tantos años de enfermedad la fueron achicando y afeando. Perdió su pelo y el azul de sus ojos entre dolores. Quiere recordarla divertida, rubia, agradecida, dulce, amarga, salada, cosquillosa, picante, caliente y tibia… no quiere verla quieta y muerta como la última vez que la vio, como en ese retrato que se hizo ya estando enferma, vestida color gorrión y con la mirada ausente. Sabe que Águeda le espera en algún lugar…. Y quiere irse pronto, porque la soledad de Manuel está sola… Águeda se ha llevado su memoria, su modo de ser, su aire, su adiós y su vida.
¿Águeda?... le dice Manuel mirando al limonero del patio, siempre tuve miedo de perderte y no supe decírtelo, ahora solo puedo traerme un recuerdo y soñarlo… Manuel sigue soplando su vaso de café y pegando sorbos, pero Águeda no puede oírle detrás del cristal del cuadro… Águeda lleva un tiempo muerta y ha dejado a Manuel solo. Él tiene preparado ya su hato de vida, sus ganas y sus cansancios, sus eternos silencios vivos y sus abrazos vacíos…. Manuel quiere seguirla y encontrarla, el dolor que arrastra desde que se fue ella le sigue en la soledad…. Un suspiro, un pequeño suspiro de niña se escapó de los labios de Águeda y murió tranquila, desde entonces la casa quedó baldía y como en ruinas, ella le espera detrás del cristal y sabe que se reunirán pronto, entonces intentará explicarle cuanto le quiso, ahora sabe que debe hablarle, que no debe encerrar tantas y tantas palabras en su alma de mujer de pueblo, de mujer callada, Águeda sabe ahora la importancia de la palabra y el gesto, el dolor que hace el silencio. Ella se ahoga detrás de ese retrato muerto y gris, quiere dejar de verle cada mañana despertar y está cansada de no poderle hablar. Águeda siente que está muerta y no lo puede soportar.

Mi padre




Porque le tengo y porque le pienso
Porque le siento tremendamente
Porque es otra de las siete maravillas de mi mundo
Porque ya fue hijo y siempre será padre
Ahora ya es abuelo, el único abuelo
Porque desde pequeña, siempre tiene mi alma en vilo
Porque hay muchas noches que me tiene de ojos abiertos
Porque es mi padre
Porque duerme en mi almohada y entra en mis sueños
Ahora siempre es un sillón lleno y la bienvenida
Es también un hijo de mi madre y se le ve pequeño
No sabe envejecer y siempre, siempre, siempre será bello
Siempre cara de niño, limpio y peinado
Es blancura…… y limpieza, es mi hogar
Es olor a colonia fresca, tranquilidad y prudencia
De arena, tierra y cemento tiene la sangre
Y de eso mismo me hizo el nido…. Para ser su niña, la primera
Quisiera acordarme y sentir sus abrazos de chica, pero no llego
Mi padre es un abrigo oscuro y una cosquilla en mi mano
Son tardes de Exin Castillos y buchitos de café
Son sorpresas de cacahuetes que salen de su bolsillo
Mi padre es llevarme a una procesión de pueblo y ser el más guapo
Entonces eran sábados de futbol en casa y tiras de bacalao
Será siempre algo dulce después de la siesta
Mi padre son jaulas de pájaros, chismes y un cuartillo
Es la constancia de que le gusta el mar… y no lo ha disfrutado
Siempre sabré que lo ha hecho lo mejor que ha sabido y un poco más
Que no ha podido tomarse la vida a la ligera, porque la suya pesaba
Mi padre es un pañuelo en la cabeza y cuatro esquinas con nudos
Es un llegar cansado y pedir crema en las manos
Mi padre es un nudo en mi corazón
Es la ironía, la paciencia y media sonrisa
Son miles de cosas sin expresar, es mucho silencio
Mi padre siempre ha sido un enorme respeto y mucho más
Es el padre que sabe querernos a todos por igual, siempre un lugar
Para los cuatro, es Papá
Para nosotros es una alarma, un cuidado eterno, un objetivo y una misión
Mi padre es el que siempre ha dejado a mi madre cantar, sin meterse en lo demás
Ha sido su compromiso y su lealtad
Es pura fidelidad y no mirar a nadie más…. Es su orgullo y su pasión
Mi padre son miles de lágrimas y sentimientos
Para mí siempre será un quedarme mil cosas por hablar
Un quisiera conocerle más….faltarme tiempo
Una necesidad
Es la pena de no parar el tiempo que le muerde los miembros y le da tantos temores
Mi padre es la impotencia de no poder quitarle sus dolores… de no parar esa vejez
Es una de las certezas de mi vida, la certeza de haberle tenido y querido
Algún día será un sillón vacío y mi destino será buscarle por mis rincones
Saber que siempre le tendré y que me esperará donde esté
Saber que siempre será
Mi padre es él