Un hombre bueno.
Padre nuestro que estás en los cielos, tengo que contarte que este hombre tiene frío, siente un frío enorme este verano………a pesar de estar al sol siente frío……….siente el frío del miedo en sus piernas y en su corazón. El hombre a veces llega a temblar por ese frío y cambia el paso al andar, anda despacio, con la espalda un poco curvada por el peso que soporta y sus pies tienden a bailar…. A pesar de buscarte timidamente, así no te va a encontrar. A veces su rictus se congela en una elegante y morena estatua temporal…. Es como perder la vida unos segundos, esos segundos los ha perdido…. Y vuelve despacito, nos mira y retoma el tic-tac a base de pequeños y suaves parpadeos. Este hombre bueno es bello y siempre será bello, guarda un secreto, no envejecerá. Tiene una sentencia de prisas y adioses y va resbalando por la piel de su alma, naufraga hacia dentro por un amargo túnel, un túnel negro en el que va a entrar solo. Padre nuestro, por una vez no hagas tu voluntad aquí en la tierra, no nos dejes caer en la tentación de pensar mal de tu bondad y de tus buenas maneras, déjale en paz.
¡¡A Dios nadie lo ha visto nunca!!
El hombre bueno ama y a veces los recuerdos salen de sus escondites…sin quererlo él, mientras lucha porque las emociones sigan escondidas en cualquier rincón del alma, dormidas entre cobijas tibias y venas vacías. Siente que tiene mil deseos sin resolver y no tiene tiempo, algo que se ha instalado sin permiso dentro de su cabeza no le deja vivir. Nadie sabe ayudarle, nadie tiene poder, nadie puede hacer nada, nadie se va a ir con él, va a abandonarlo todo y lo hará solo. Sus zapatos pronto no tendrán pies ni su traje un hombre, reza como no ha rezado nunca, sin encontrar las palabras divinas que le llevarán a ti, Padre nuestro todopoderoso, quizás puedas facilitarle al menos el camino, quizás puedas buscar para él un milagro, aunque sea de saldo, un milagro pequeñito, de esos olvidados…Libra a este hombre bueno del mal, ya le diste una vez la vida y el pan de cada día, porqué se lo quitas tan pronto.
Padre nuestro…¿Dónde estás?
Eva llora garganta adentro con los ojos secos porque va a perder una de las siete maravillas de su mundo, sabe que su hombre la abraza ya con manos de ausencia, siente un clavar de dientes en la pulpa de su alma y no sabe como embalsamar su dolor… siente como están ardiendo en el hogar de su vida, los troncos de todos sus sueños… y ese humo hace que el aire lo sienta contrariado y espeso y le cuesta respirar. Ella pierde de vez en cuando su mirada y juega con la flor que le pende de una pequeña cadena que siempre lleva al cuello, juega y juega con ella sin parar, mientras siente la sangre corriendo a borbotones por sus venas miedosas. Yo la miro y veo una mujer afligida, regada por regueros de dolor, callada, a veces charlatana y otras ausente, la noto encogida en su propia sombra… ella siente como las entrañas se le retuercen y la estrangulan de tristeza y anhelo. Un dolor desconocido, totalmente nuevo, en un punto indeterminado entre el estómago y el corazón… no sabe qué, la acompaña ahora constantemente.
¡¡Quiero ir contigo donde tú vayas!! Le gustaría decirle a su hombre bueno, pero no puede… ahora no quiere ir con él. No es su momento.
¡¡Dios!! ¿Cómo de fuertes tienen que ser los salmos, himnos y cánticos?
Este, tu hijo bueno…. siente que su crepúsculo está adelantado, esto no entraba en sus planes de vida ni en sus pensamientos… siente que oye constantemente el innoble ruido del reloj del tiempo… ese tiempo que demuestra tanta prisa, mientras él no quiere correr, desde ese día en que su corazón se despeñó por dentro y cayó hasta sus pies sabe que la meta es espeluznante y fatalista. Vemos como se muerde las uñas y se pierde en una especial ensoñación, sin uñas no podrá asirse a ningún sitio, pienso yo, no tendrá agarre. ¿Quizás la fe? Esa fe que tanto necesitaría ahora, no es temor a Cristo, es temor al sufrimiento y a irse de esta, su vida. ¿Ha sido el elegido por Dios, le han señalado por ser el objeto de su amor?
¿Padre nuestro, lleno de gracia, Tú… ofreces socorro, refugio y salvación?
Yo los tengo sentados a mi lado y pienso en el estado anímico que soportan, tan extraordinario… ¿Cuál va a ser su recompensa por los sufrimientos terrenales? ¿Dime Dios? No puedo imaginarte… Como puedes hacerles pasar por la incomodidad de un sentimiento tan malvadamente intenso, resulta exagerado para un hombre bueno. Dios mío, le estás sacando de su cuerpo y de sus sentidos… Deja a mi hermano y amigo en su lugar. Si de verás existes, déjalo estar. Quiero seguir teniéndolo sentado a mi lado, quiero que celebre su cuerpo día y noche, que converse con sus manos y sus pies, quiero que siga siendo hijo y padre, quiero que Eva lo ayude a vivir, quiero sentirle de amigo, le quiero vivo. Déjale estar.
¡¡Dios mío, es un hombre bueno!!
El hombre bueno y herido vigila y vigila su borrador de felicidad, vigila no perder la sonrisa ni el chiste, juega un partido de engaño a la muerte, una hipocresía piadosa a la verdad, no quiere mirar su oráculo ni su carta astral, no quiere hablar de futuro y habla de mañana con palabras vacías. Eva intenta entenderle, adivinar cada gesto de dolor, cada sufrimiento disfrazado de risa, cada lágrima… no pienses, no pienses, le dice Eva con dolor, ya bastante pienso yo.
Pero el hombre piensa… ¿Y la vida no vivida?... ¿Dónde está?... ¡¡No todavía!! Esa vida no vivida es quizás más auténticamente atormentadora que la que está viviendo ahora, duele más…. Poco a poco irá perdiendo…. Perderá el norte y el sur, perderá el surco del deseo y la llave de las palabras… perderá cosas chicas para el mundo pero grandes para él, recibirá sopapos y pellizcos para intentar despertar de ese mal sueño, perderá el aliento y la luz, ahora ama a su mujer y ama a su propia carne, no quiere que sus ojos dejen de mirarla mientras él se encuentra preñado de dolores, este hijo tuyo tiene vocación de vida, y él lo sabe. ¡¡Quiere vivir!!
Padre y Señor nuestro ¿Porqué separas lo que un día uniste?
Yo quiero hablarte Señor, desde este mi lugar, se que eres comprensivo, que tu amor es servicial, que no eres envidioso de los hombres, ni egoísta ni ciego a la verdad, se que eres todo corazón y amor, que no nos guardas rencor. Padre nuestro que sabes de misterios de la tierra y de los hombres, sabes de la vida y de la muerte… Padre, respóndele con una bendición. Tú que tienes también un hijo, sabes de ser Padre, bendice a este hombre bueno y déjale hacer su papel, no vuelvas la cara, no mires a otro lado, mírale bien y déjale correr. Señor que te llaman Todopoderoso….. Es eso que todo lo puedes. Está en tu mano, quizás su salvación?... si Dios es amor, ámanos. Discúlpale de su mal destino. Ten caridad. Este hombre te busca y quiere creerte… quizás sea tarde, pero no te imagino con prisas, tienes toda la eternidad en tus manos, vives allí arriba en tu trono celestial, tienes a tu hijo a tu derecha… ¡¡Ten piedad!
¡¡Padre de todos, qué sea la palabra de Dios!!
Yo no se, yo conozco poco, yo apenas veo, pero siento que el hombre bueno precisa tiempo, necesita tiempo, tiempo sin recato ni reloj, tiempo sin tiempo. Necesita borrar ese susto de su vida, ese garabato de existencia que malvive, necesita una amnistía, no lo cree todavía, que estás llegando a su lado, que su vida es un puñado de sentidos despistados.
Después de todo la muerte es solo un síntoma de que hubo vida, aún es y está. Yo siento la impotencia de no poderle sujetar, que mi recato no me deja acariciar, no encuentro la palabra justa ni esa oración especial, no encuentro un sitio donde esconderle, siento que en su voz ya hay tierra, que es rasposa, que su risa ya no es limpia, que no busca una nube donde subirse, que la meta no se demora, siento que se va, que en sus manos y en su frente se le ha adherido una sustancia negra y pegajosa que le oprime el cuerpo y le dificulta la vida.
¡¡Vamos Padre, intercede por el… dinos el precio, pon penitencias, pero déjale estar!!
Padre nuestro que estás en los cielos, tengo que contarte que este hombre tiene frío, siente un frío enorme este verano………a pesar de estar al sol siente frío……….siente el frío del miedo en sus piernas y en su corazón. El hombre a veces llega a temblar por ese frío y cambia el paso al andar, anda despacio, con la espalda un poco curvada por el peso que soporta y sus pies tienden a bailar…. A pesar de buscarte timidamente, así no te va a encontrar. A veces su rictus se congela en una elegante y morena estatua temporal…. Es como perder la vida unos segundos, esos segundos los ha perdido…. Y vuelve despacito, nos mira y retoma el tic-tac a base de pequeños y suaves parpadeos. Este hombre bueno es bello y siempre será bello, guarda un secreto, no envejecerá. Tiene una sentencia de prisas y adioses y va resbalando por la piel de su alma, naufraga hacia dentro por un amargo túnel, un túnel negro en el que va a entrar solo. Padre nuestro, por una vez no hagas tu voluntad aquí en la tierra, no nos dejes caer en la tentación de pensar mal de tu bondad y de tus buenas maneras, déjale en paz.
¡¡A Dios nadie lo ha visto nunca!!
El hombre bueno ama y a veces los recuerdos salen de sus escondites…sin quererlo él, mientras lucha porque las emociones sigan escondidas en cualquier rincón del alma, dormidas entre cobijas tibias y venas vacías. Siente que tiene mil deseos sin resolver y no tiene tiempo, algo que se ha instalado sin permiso dentro de su cabeza no le deja vivir. Nadie sabe ayudarle, nadie tiene poder, nadie puede hacer nada, nadie se va a ir con él, va a abandonarlo todo y lo hará solo. Sus zapatos pronto no tendrán pies ni su traje un hombre, reza como no ha rezado nunca, sin encontrar las palabras divinas que le llevarán a ti, Padre nuestro todopoderoso, quizás puedas facilitarle al menos el camino, quizás puedas buscar para él un milagro, aunque sea de saldo, un milagro pequeñito, de esos olvidados…Libra a este hombre bueno del mal, ya le diste una vez la vida y el pan de cada día, porqué se lo quitas tan pronto.
Padre nuestro…¿Dónde estás?
Eva llora garganta adentro con los ojos secos porque va a perder una de las siete maravillas de su mundo, sabe que su hombre la abraza ya con manos de ausencia, siente un clavar de dientes en la pulpa de su alma y no sabe como embalsamar su dolor… siente como están ardiendo en el hogar de su vida, los troncos de todos sus sueños… y ese humo hace que el aire lo sienta contrariado y espeso y le cuesta respirar. Ella pierde de vez en cuando su mirada y juega con la flor que le pende de una pequeña cadena que siempre lleva al cuello, juega y juega con ella sin parar, mientras siente la sangre corriendo a borbotones por sus venas miedosas. Yo la miro y veo una mujer afligida, regada por regueros de dolor, callada, a veces charlatana y otras ausente, la noto encogida en su propia sombra… ella siente como las entrañas se le retuercen y la estrangulan de tristeza y anhelo. Un dolor desconocido, totalmente nuevo, en un punto indeterminado entre el estómago y el corazón… no sabe qué, la acompaña ahora constantemente.
¡¡Quiero ir contigo donde tú vayas!! Le gustaría decirle a su hombre bueno, pero no puede… ahora no quiere ir con él. No es su momento.
¡¡Dios!! ¿Cómo de fuertes tienen que ser los salmos, himnos y cánticos?
Este, tu hijo bueno…. siente que su crepúsculo está adelantado, esto no entraba en sus planes de vida ni en sus pensamientos… siente que oye constantemente el innoble ruido del reloj del tiempo… ese tiempo que demuestra tanta prisa, mientras él no quiere correr, desde ese día en que su corazón se despeñó por dentro y cayó hasta sus pies sabe que la meta es espeluznante y fatalista. Vemos como se muerde las uñas y se pierde en una especial ensoñación, sin uñas no podrá asirse a ningún sitio, pienso yo, no tendrá agarre. ¿Quizás la fe? Esa fe que tanto necesitaría ahora, no es temor a Cristo, es temor al sufrimiento y a irse de esta, su vida. ¿Ha sido el elegido por Dios, le han señalado por ser el objeto de su amor?
¿Padre nuestro, lleno de gracia, Tú… ofreces socorro, refugio y salvación?
Yo los tengo sentados a mi lado y pienso en el estado anímico que soportan, tan extraordinario… ¿Cuál va a ser su recompensa por los sufrimientos terrenales? ¿Dime Dios? No puedo imaginarte… Como puedes hacerles pasar por la incomodidad de un sentimiento tan malvadamente intenso, resulta exagerado para un hombre bueno. Dios mío, le estás sacando de su cuerpo y de sus sentidos… Deja a mi hermano y amigo en su lugar. Si de verás existes, déjalo estar. Quiero seguir teniéndolo sentado a mi lado, quiero que celebre su cuerpo día y noche, que converse con sus manos y sus pies, quiero que siga siendo hijo y padre, quiero que Eva lo ayude a vivir, quiero sentirle de amigo, le quiero vivo. Déjale estar.
¡¡Dios mío, es un hombre bueno!!
El hombre bueno y herido vigila y vigila su borrador de felicidad, vigila no perder la sonrisa ni el chiste, juega un partido de engaño a la muerte, una hipocresía piadosa a la verdad, no quiere mirar su oráculo ni su carta astral, no quiere hablar de futuro y habla de mañana con palabras vacías. Eva intenta entenderle, adivinar cada gesto de dolor, cada sufrimiento disfrazado de risa, cada lágrima… no pienses, no pienses, le dice Eva con dolor, ya bastante pienso yo.
Pero el hombre piensa… ¿Y la vida no vivida?... ¿Dónde está?... ¡¡No todavía!! Esa vida no vivida es quizás más auténticamente atormentadora que la que está viviendo ahora, duele más…. Poco a poco irá perdiendo…. Perderá el norte y el sur, perderá el surco del deseo y la llave de las palabras… perderá cosas chicas para el mundo pero grandes para él, recibirá sopapos y pellizcos para intentar despertar de ese mal sueño, perderá el aliento y la luz, ahora ama a su mujer y ama a su propia carne, no quiere que sus ojos dejen de mirarla mientras él se encuentra preñado de dolores, este hijo tuyo tiene vocación de vida, y él lo sabe. ¡¡Quiere vivir!!
Padre y Señor nuestro ¿Porqué separas lo que un día uniste?
Yo quiero hablarte Señor, desde este mi lugar, se que eres comprensivo, que tu amor es servicial, que no eres envidioso de los hombres, ni egoísta ni ciego a la verdad, se que eres todo corazón y amor, que no nos guardas rencor. Padre nuestro que sabes de misterios de la tierra y de los hombres, sabes de la vida y de la muerte… Padre, respóndele con una bendición. Tú que tienes también un hijo, sabes de ser Padre, bendice a este hombre bueno y déjale hacer su papel, no vuelvas la cara, no mires a otro lado, mírale bien y déjale correr. Señor que te llaman Todopoderoso….. Es eso que todo lo puedes. Está en tu mano, quizás su salvación?... si Dios es amor, ámanos. Discúlpale de su mal destino. Ten caridad. Este hombre te busca y quiere creerte… quizás sea tarde, pero no te imagino con prisas, tienes toda la eternidad en tus manos, vives allí arriba en tu trono celestial, tienes a tu hijo a tu derecha… ¡¡Ten piedad!
¡¡Padre de todos, qué sea la palabra de Dios!!
Yo no se, yo conozco poco, yo apenas veo, pero siento que el hombre bueno precisa tiempo, necesita tiempo, tiempo sin recato ni reloj, tiempo sin tiempo. Necesita borrar ese susto de su vida, ese garabato de existencia que malvive, necesita una amnistía, no lo cree todavía, que estás llegando a su lado, que su vida es un puñado de sentidos despistados.
Después de todo la muerte es solo un síntoma de que hubo vida, aún es y está. Yo siento la impotencia de no poderle sujetar, que mi recato no me deja acariciar, no encuentro la palabra justa ni esa oración especial, no encuentro un sitio donde esconderle, siento que en su voz ya hay tierra, que es rasposa, que su risa ya no es limpia, que no busca una nube donde subirse, que la meta no se demora, siento que se va, que en sus manos y en su frente se le ha adherido una sustancia negra y pegajosa que le oprime el cuerpo y le dificulta la vida.
¡¡Vamos Padre, intercede por el… dinos el precio, pon penitencias, pero déjale estar!!