lunes, 11 de octubre de 2010

Águeda












Águeda nota que amanece por los reflejos de la claridad en el cristal…. Sus ojos aún no quieren acostumbrarse a la oscuridad… de noche sueña con escarabajos muertos, infinitas variedades de hormigas e insectos de todas clases… nunca sueña con mariposas ni soles… Le sorprende estar rodeada siempre de tantas criaturas vivas zumbando a su alrededor, ella siempre está sola, aunque está entre ellos. Águeda se siente cada vez más ligera por dentro, en su boca siente el sabor del mundo y de la tierra, mientras sus ojos lo van olvidando… pasan los días y solo ve ese cristal y la vida de Manuel reflejada en él.
No sabe si reír o llorar, pierde la noción del espacio y no puede caminar ni tiene la más remota idea de dónde está… siempre tiene delante su silueta en el cristal. A veces siente los párpados muy pesados y no se siente capaz de cerrarlos, quisiera descansar un poco.

Sabe que es primavera y lleva lloviendo varios días seguidos…. Los nuevos brotes de limonero del patio toman un color verde más intenso e invaden de sombras su visión… Las hojas resplandecen bajo la lluvia… sabe que hoy es martes. Quisiera salir del cuadro y pasear por el camino que sube la cuesta hasta el depósito de agua y esperar la salida de miles de amapolas que cubrirán el suelo.
Manuel ya no es un cuerpo joven, pero se mantiene fuerte y derecho… Lo ve multiplicado en todos esos reflejos del cristal de su retrato….De noche ve su rostro aquí al lado, a oscuras, sus ojos cerrados…. ¿Manuel? Mírame, escucho mi propia respiración y de repente escucho la tuya… Quisiera salir de aquí, caminar un poco por la casa y buscar la cama, tumbarme en tu lado mirando hacía la pared y oler la almohada para sentir el cálido olor de tu pelo, meterme en el hueco que has dejado entre esas sábanas. Por la noche mientras Manuel duerme, Águeda sigue escuchando el tic-tac del reloj de pulsera que él guarda bajo la almohada con sus sueños, sabe de su respiración, de sus ruidos y movimientos.
Sufre al verle tan solo, calentando su café y atendiendo la casa que hasta hace poco era de los dos. ¡¡Manuel!!........dijo por segunda vez y su voz no llegó a ninguna parte…. Su silencio sigue oscuro.¡¡No llores, no llores, no llores!! sufre al verle un poco abandonado, quisiera decirte que ha de cortarse el pelo y afeitarse, que no beba tanto, que deje de sufrir por esa ausencia tonta, que lo espera pronto.
Águeda sabe que la vida junto a Manuel ha sido dura, pero ha sido la suya. Han sufrido muchas estrecheces entre las calles de ese pueblo, pero han tenido una casa a la sombra del depósito y un limonero en el patio. Han tenido tardes de sol e higos frescos envueltos en las hojas de las parras, han tenido fiestas y procesiones, han tenido dos hijos y miles de días y noches. Ella le recuerda subiendo la cuesta contento, quizás un poco borracho, pero eran disculpas de hombres. Al entrar en casa, él la atraía hacia si…. Su aliento olía a alcohol, y su pecho rezumaba aromas dulces del campo…. Acomodaba su cuerpo entre sus brazos y tomaba sus besos y caricias borrachas, besaba su pelo rubio una y otra vez, mientras le acariciaba los pechos por encima del vestido.…. Cuando más borracho volvía más la quería…. Todavía siente sus brazos cálidos y pegajosos alrededor de su cuerpo. No entiende como alguien la ha arrancado de allí, que algo por estúpido o incluso cruel que fuera la haya llevado tan lejos y tan cerca de Manuel…. Ahora se siente una intrusa allí, dentro de ese retrato. Sabe que alguien está convirtiendo poco a poco en cenizas lo que hasta el presente ha sido su razón de ser, su existencia al lado de Manuel.

Son las ocho de la mañana, todavía es temprano pero para un hombre mayor, la mañana, como todo lo demás, ya no tiene el mismo significado que antes. Sabe que Manuel se siente más solo que nunca y eso la va matando… el dolor le hace sentir muy desamparado…. Mira como él se prepara el café en la hornilla que ella ha usado tantas veces…. Lleva la cabeza agachada, le siente muy triste y muy solo….¡¡Manuel!! ¿Cómo estás?... le mira las manos rudas y estropeadas… Mientras corta rebanadas de pan duro…. Las corta muy finas con la navaja que guarda en el bolsillo. Siempre lo hace, acostumbra a cortar el pan duro en finas láminas apoyándose en el vientre para luego utilizar ese pan en la sopa de la cena… Ya sale el café y lo sirve como lo hacía ella, en un vaso chato de cristal mil veces fregado con mucha azúcar…. Sale al umbral del patio y se queda allí quieto, mirando y soplando el café……..le ha caído una gota de lluvia en la mejilla, y se la seca con el dorso de la mano.
¡¡Qué complicado es vivir!!
¡¡Qué complicado es morir!!
Les ha quedado tanto por decirse que necesitarían más vidas. Han sido demasiado callados, demasiado extraños el uno para el otro, han tenido su alma cerrada todos estos años que han estado juntos, aún recuerda nerviosa el día de su boda, rodeada de tanta gente y sabiéndose hermosa, realmente hermosa…. tuvieron sus hijos, trabajaron juntos y pasaron años. Ahora los hijos se han ido y ella no está, Manuel se ha quedado solo, ella cuando lo mira sabe que se le acaba el tiempo…. Siente una enorme tristeza, ahora sabe que lo ha amado siempre, pero nunca se lo ha dicho…Se ahoga detrás de ese cristal sin podérselo contar. Quisiera estrujar tanto la tristeza hasta hacerla una bolita que pasee por sus venas y escupirla tras el cristal. ¡¡Manuel!!... te amo. Ahora entiende lo que no ha sabido entender cuando estaba viva, eso que la gente llama amor, el deseo de estar con alguien las veinticuatro horas del día el resto de su vida, un deseo tan vehemente que a veces asusta, pero también sabe que ella ya no tiene vida.
Manuel mira el retrato de Águeda, la mira con tristeza y sin saber donde encontrarla, se siente tremendamente solo desde que se ha marchado…. Al mirar su retrato quiere chillar de emoción y miedo. No quiere volver a recordarla enferma y sufriendo, dolorosa y fría, tantos años de enfermedad la fueron achicando y afeando. Perdió su pelo y el azul de sus ojos entre dolores. Quiere recordarla divertida, rubia, agradecida, dulce, amarga, salada, cosquillosa, picante, caliente y tibia… no quiere verla quieta y muerta como la última vez que la vio, como en ese retrato que se hizo ya estando enferma, vestida color gorrión y con la mirada ausente. Sabe que Águeda le espera en algún lugar…. Y quiere irse pronto, porque la soledad de Manuel está sola… Águeda se ha llevado su memoria, su modo de ser, su aire, su adiós y su vida.
¿Águeda?... le dice Manuel mirando al limonero del patio, siempre tuve miedo de perderte y no supe decírtelo, ahora solo puedo traerme un recuerdo y soñarlo… Manuel sigue soplando su vaso de café y pegando sorbos, pero Águeda no puede oírle detrás del cristal del cuadro… Águeda lleva un tiempo muerta y ha dejado a Manuel solo. Él tiene preparado ya su hato de vida, sus ganas y sus cansancios, sus eternos silencios vivos y sus abrazos vacíos…. Manuel quiere seguirla y encontrarla, el dolor que arrastra desde que se fue ella le sigue en la soledad…. Un suspiro, un pequeño suspiro de niña se escapó de los labios de Águeda y murió tranquila, desde entonces la casa quedó baldía y como en ruinas, ella le espera detrás del cristal y sabe que se reunirán pronto, entonces intentará explicarle cuanto le quiso, ahora sabe que debe hablarle, que no debe encerrar tantas y tantas palabras en su alma de mujer de pueblo, de mujer callada, Águeda sabe ahora la importancia de la palabra y el gesto, el dolor que hace el silencio. Ella se ahoga detrás de ese retrato muerto y gris, quiere dejar de verle cada mañana despertar y está cansada de no poderle hablar. Águeda siente que está muerta y no lo puede soportar.

1 comentario:

  1. Paca....creo que los muertos no necesitan de palabras, somos los vivos los que nos enredamos en ellas para sentirnos vivos....creo que los muertos como mucho nos contemplan curiosos; en su tiempo no tienen la palabra espera, por lo que como saben que nos encontraremos, se limitan a contemplarnos expectantes....

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