Padre…
Teresa va a escribirlo para que
no se le olvide.
Fue a finales de Diciembre, mes
de uvas, refugios y arroyos congelados. Mes de sopitas calientes y pies fríos, de turrón y mazapán, mes de humos y bufandas, mes de vueltas a casa y despedidas, un mes de sorbitos
de café. Teresa quiere escribir porque tiene miedo a que todo esto acabe
resbalando de su memoria loca y no quisiera dejar de vivirlo nunca, porque
nunca ha vivido tan cerca de ti, ni ha disfrutado tanto de tu enferma compañía. Ella no quiere que esto se borre de su
pensamiento y por eso escribe.
Fue un año entero de largos
tormentos, un año que olía a la melancolía de los malos presagios, a medicinas…
a caricias miedosas y eternos cuidados. Olor a agrios y a hospitales, a ayunos y esperas… a
inventos y ciencia, un año de mil intentos.
Pero perdimos, nos ganó su llegada una madrugada y aún no hemos podido
con ella, ya nos rendimos. Todo un año de batallas intensas y tres días para
despedirnos. Ese año visitamos médicos y pedimos milagros, nos trajimos pócimas
mágicas y desilusiones, unas veces engañamos al miedo, y otras, la risa
distrajo el barrunto de grandes tristezas con mis pastillas de menta. Ha sido el año más duro en la vida
de Teresa, que es la que escribe, pero ha sido el año de todos, ha sido el año
en que te ibas y querías quedarte, el año de agarrarte a la vida con hilos de
amores y soportares… Mil andamios nos inventamos. De paciencias y aguantes… de
ateísmos fingidos y enfados cristianos. Aunque Teresa quiere escribir que ha sido el
año más bonito de su vida, por tenerte tan cerca y necesitarla tanto. La has
llamado mil veces… siempre de madrugada y
a oscuras, de día nunca ha hecho falta porque la tenías cerca… Nunca
Teresa ha paseado tanto el alma asustada por un puente, con prisas de lágrimas,
de músicas frías y espaldas sudorosas… ¡¡Por desobedecer a la climatología, tú
me reñías!!... Han sido noches sin sueños y
congoja en las venas. La llamaste por dolores, fiebres, sudores y espantos. La
llamaste con ansiedad, con prisas y con la total seguridad de que vendría a tu
lado… Tenías esa certeza y con ella te fuiste.
Teresa sabe que ha sido el año en
que te ha llevado más dentro, te ha ayudado a morir como tú la ayudaste a
nacer, con ganas y sin cansancio, porque otra cosa no podía ser. Quizás no lo
ha hecho bien del todo y se le ha escapado algo, pero ya… poco importa. Todo
estaría escrito como ahora ella escribe esto, donde las penas se escriben… Y
con tinta de quereres y desengaños…antes que su cabeza quede aletargada en
algún rincón del cielo y solo pueda soñarte, Teresa lo escribe. Por nada del mundo
quisiera olvidar este año, por mucho que el mundo diga que debe hacerlo, pero
ha habido tanto de hermoso, que Teresa no quiere.
Fue un año de infortunio, una
primavera de comuniones, de sorpresas y miedos y un verano de sequías en las
que vomitabas un líquido parecido a la luz de la luna, un frío brebaje te
recorría los huesos, llorabas lágrimas como cuchillos, y en la boca sentías una
nausea de eternidad perdida, se extravió
el apetito y tu ropa te colgaba como de un perchero antiguo. Tus zapatos con
tus pies dentro danzaban en un arrastrar de Cristos en madrugadas. Tu sangre un
día era mermelada y el otro era gaseosa. A veces tenías bolitas de plomo en el
pulmón y una losa enorme te aplastaba el pecho. Tu estómago se durmió, tus
dientes no te servían, se lastimó tu mirada y castigaste a tus gafas a un
eterno sin servir, una abeja quiso hacer
miel en tu oído y tus piernas ya no paseaban, dos tranquillas las llamabas.
Tus fuerzas se te escapaban día a día, los mismos que tú contabas. Te mirabas
tus propias manos, unas manos que no conocías y buscabas la mirada de mamá por
si ella estaba cerca, tan cerca como tú la querías. Y llorabas y más llorabas. Un ascua de fuego se quedó a vivir en el
tragar y te hacía buscar el oeste constantemente en una mueca retorcida, tu hombría
y tus recatos fueron restos acabados, tu pudor no lo entendió hasta que
claudicó. En tu rendido cuerpo empezaron a aparecer los primeros rotos y descosidos, mamá
se quiso morir, con eso ya no podía.
Una mañana se detuvo tu vida, se
detuvo en los ojos de mamá y en los míos, se detuvo en tu aliento, en las
lágrimas de todos y en las paredes del cuarto. Toda una noche susurrando
palabras que se enredaban en el principio de tu alma y en el borde de nuestros
miedos, palabras que nadie entendía… No quiero saber ahora qué decías porque me
ahogaría. Era mucha la impotencia y la agonía…
Y en la mirada de todos había sabores a destino marcado, y olores a desaliento,
sorpresa en tu postración y temor en nuestro desengaño. Era todo una locura que
no podíamos ni entender ni parar.
Ese amanecer, al abrir un poco
los postigos de la ventana entró el alba como una espada empapada en muerte y
te llevó. Te llevó despacio, como mamá quería… ni un solo estertor ni un solo
portazo. Tu respiración cantó una canción de cuna… te meció lentito, tiñó de
morado las yemas de tus dedos y seco tu boca y tus riñones, relajó tu rostro y
titiló tu alma. Y así te fuiste. Sin más.
Teresa se tumbó en el suelo, a tu
lado, esos tres días… para no dejar de mirarte y que tú la vieras. Y mamá en la cama, contigo, vestida y preciosa…
cogiéndote la mano y besando tu frente a cada instante. Tus hijos echaban su
angustia y tristeza en sillones o lugares donde el miedo no los dejaba cuajar.
Fueron tres días de encierros y reclusiones… de celdas familiares y
voluntarias. Nunca la voluntad en casa fue tan de todos.
La primera noche… fue la alarma
de madrugada, la llamada, la sirena y la sentencia. Esa noche dejaste de llorar
para siempre. Noche de fiebre, de abrazos, de mantas y escalofríos… Empapado en
un sudor con fragancia a las rosas de tu patio que se despedían… Y brotando en
tu pelo brillos de penas y glorias… “Esto ya no se me quita”… Le dijiste a tu
Teresa, con un susurro de entrega y la mirada perdida. Mientras ella y mamá te
abrazaban con mil mantas y el peso de su propia resignación, mientras te intentaban regalar toda
la tranquilidad de su rendición. Tú…Tú, ya lo sabías y ella aún no. Tu ya sabías que
te ibas, inmovilizado en un ir y venir de tiritones y empapes fríos, una fuga
de lamentos lentos… Y el peso de setenta y dos años de poca vida, de una vida
chiquita y sin altares, una vida que perdió la suerte cuando te cortaron el
cordón que te unía a tu madre y no ha existido talismán posible que te la
devolviera. Ya… Ya te echaste en mis manos y te dejaste llevar, ya no cambiaste
de postura ni pediste permutas ni mudanzas, te entregaste con ojitos de
infancia, con morriña en las pestañas y pavores negros en tus tremendas pupilas.
Nunca has tenido los ojos tan bonitos como en este año, eso decimos todos… la
delgadez ha subrayado esos dos pozos de serenidad que has regalado siempre, ese
atisbo pausado y de espera y unas pestañas larguísimas.
La segunda noche fue de
aspavientos, de miradas con preguntas y plegarias de manos… ¿Qué me ha
pasado?... susurrabas en un punto de mejoría que ensordeció a mamá… mejorías de
muerte y alarde de fuerzas… dicen los de siempre. Aún te estoy respondiendo y
engañando porque a pesar de preguntar nunca quisiste saberlo.
Con las manos cogidas, tu Teresa te
contó un cuento… con la voz hecha pena y empalagada en llantos y escondidos disimulos,
te conté un cuento… Me disfracé de hada y te conté un cuento… Una quimera de
bailes de azúcar y de tensiones que se bajan al infierno, inventé medicinas y
curaciones… Te disfracé realidades y desplegué fingimientos… De lentas mejorías
y dificultades manifiestas, ese era mi cuento… Hasta que no escuchaste la
fábula no te dormiste, ya no hubo ademanes ni gestos… ni más preguntas, solo
silencios.
En el suelo… encima de unas
mantas y envuelta en alertas, Teresa te vigilaba, amenazada de resfríos y protestas
de mamá… Teresa no te dejaba. Tú… la llamaste y ella, allí estaba. Desde allí,
a tus pies defendía tu respiración cada vez más ingrata, rellena de ansias y de
jadeos… Y tu mano helada. Cien, mil, mil veces escondió Teresa tu mano helada e
hinchada bajo tus mantas esa madrugada… mil veces que tú despeñabas tu mano y colgabas
de la cama buscando el frío o la escapada. Tu mano helada, tu mano hinchada aún
me despierta en la noche pidiendo que yo la esconda, que tiene frío. Y la
siento congelada, hecha nieve tu sangre y una inmensa nevada de azúcar son tus
huesos. A tu lado, junto a tu cuerpo, el cuerpo de mamá, ese que tanto amabas,
te velaba… Esas tres noches respiró a tu lado, con tu mano izquierda cogida y rodeándote de besos,
te peinó mil veces, te dio gotas de agua y si hubiera podido, hubieran sido
gotitas de vida. Ella cuidaba de esa vela que se apagaba. Bellísima, así
estaba…medio incorporada, de lado y en su codo apoyada, la recuerdo de morados y plateada, con sus medias de cristal… siempre
vestida, no quiso desvestirse por si te ibas y tenía que perseguirte o te la
llevabas.
Creo que nunca estuvieron menos
cansadas… Mamá y Teresa trasnochadas.
Y tus hijas volaban por la casa,
intentando pasar la espera entre desvelo y desvelo nos visitaban… Y tus manos
heladas, tu boca seca, tu cuerpo quieto y tu alma amenazada.
La tercera noche fue el claro recelo
y el cumplimento de la sentencia, las
cuarentiocho horas ya se pasaban, o llegaba el milagro o te marchabas.
Tu cuerpo apuñalado por una luna
llena inmensa que invadía la ventana, se perdía. El alma se quedaría.
Te dejaron en el pecho una llaga
de aflicción abierta a la vida y unos remedios para inyectarte y suavizar tu
partida. Una llaga y una diminuta cánula por donde meter remedios, algunos susurros
y algo de equipaje. La cánula la tapaba
un suave velo de novia pegado a tu piel y una mariposa con un pequeño tapón por
el que se escuchaba la escapada de un leve tic-tac que se paraba. Tuve que
combatir con la sospecha, las dudas, la sangre que se escapaba y el disimulo.
Se hizo duro, padre, se hizo muy duro, pero no cansado. El velo de novia se
tintaba de rojos y yo no veía… Y te limpiaba. Miraba instrucciones, sopesaba indicios y
combatía… ¿Qué te ponía?... Tenía pautas y buscaba un equilibrio que no tenía.
Ansiedades… Ahogos… Dolores… Todo nos visitaba aquella última madrugada y tú
nos pedías, con tus pequeñas muecas y tus sonidos, un hombre enfermo y mujeres
ansiosas y llenas de miedos…Y te ponía, destapaba el taponcito, limpiaba el
velo, que no manchara tu cuerpo la sangre descosida ni te ultrajara…mamá no
hubiera querido verte manchado y yo temía. La insolente enfermedad se cebaba hasta el
último instante de tu agonía.
Teresa buscaba sus gafas y mil paciencias, leía
indicios y propósitos… aguja, pócimas, sueros y te inyectaba…. Y tú
esperabas…mamá esperaba… ellas esperaban… Y Teresa esperaba, la suavidad de la
despedida. Y limpiaba el velo… era obsesivo, que no te abochornara más tu
sangre, ya era bastante… Siempre te gustó estar limpio. Tu dolor se apagaba, tu
barbilla miraba al cielo, la ansiedad se dormía y tu respiración se aflojaba,
pero tú no te ibas. Todo el cuarto olía a hechizos húmedos, a rincón caliente y
a azulejos fríos…olía a lágrimas de
pétalos de tus rosas, porque lloraban. Las rosas del patio de tu casa se
despedían, nacían esquejes entre los pliegues de las sábanas, debajo de la
almohada y en el borde de las estampas de santos, tus pájaros se escondían en
las arrugas de la manta y entre los pespuntes del edredón, calladitos y sin
cantar, solo esperando. Esa noche nadie se movió del cuarto, tus mujeres descansaban su tristeza como palomas negras en un revolotear
de piernas, en un ir y venir que no les templaba, Teresa en el suelo ya no se
posaba. El filo de la luz de la lamparita
cortaba sus cuerpos y tu agonía. Demasiado larga se nos hacía… Mirábamos
al cielo y buscábamos socorro, alientos a café y ojos inyectados de
insomnios.
Nunca oliste a hombre solitario y
mucho menos entonces. Quisiste que fuera así y así ha sido. Con mamá a tu lado
y tus hijos cerca, en tu cama de siempre, con un clavel rojo atado a un cordón
en el pomo de la cama… con ausencias de hospitales y velatorios, entre tu
gente… y con los tuyos. Esos que quieres y que te quieren. ¡¡Cuánto dolor,
padre mío!! …. Quieres silencios, tendrás silencios. Lleno de besos y de
caricias, así te has ido. Al llegar el alba, Teresa te dijo que te
marchabas…Tenías que irte… Que te esperaban… Hubo que darte permiso y tu
pasaporte… Eras tan obediente y tan buen hombre, que sin permiso, tú no te
ibas. Vete padre, vete tranquilo...Vete con los tuyos… Te dijo Teresa con la
voz rota y con su mano en tu cara, que te espera tu madre y están los
tuyos…Esos que tanto has llamado estos últimos días… vete padre, mamá estará
entera y bien cuidada… vete padre, vete tranquilo… Te dijo la hora y que era sábado,
mamá en una mano y Teresa en otra, tus hijas contando tus últimos suspiros y
perdiendo los suyos… nos miraste perdido y moviste las manos muy lento, muy
lento, las hiciste un nudo, las posaste en el pecho y en pocos minutos ya no
estuviste.
Y las manos de Teresa escocidas
de muerte, como nunca antes las había sentido.
Necesitabas permiso para marcharte y con mucho
dolor ya te lo dimos… el rostro de la mujer que tanto amabas y tenías reflejado
en las pupilas se te borró de pronto. Se
acabó la enfermedad y el infortunio… Se oyó fantasmal el susurro de la muerte e
invadió tu cuarto el silencio y el olor
ácido de la tragedia. Ahora llegó el
dolor, el abandono y apareció la ausencia. Nuestro sueño se nos pudrió dentro. No
necesitaste escapularios ni agua bendita porque bendito ya estabas. Ni
maquillajes ni excesos, ni visitas ajenas ni campanas al vuelo, viviste en silencio
y así te fuiste.
Un hombre sencillo que siempre
quisimos convertir en rey.
Vinieron a buscarte dos jóvenes ángeles
negros y te envolvieron en lienzo blanco y olores a talco, madera oscura, dijo
mamá y fue todo lo oscura posible. Ahora que el dolor a Teresa le chupa la
memoria, quiere escribirlo antes de que se ventile la desdicha y algo se
olvide. Tu padre se murió un día, se mueren los padres de todos, pero ahora el
que se ha muerto es el mío. Por eso escribe esto Teresa con sus maneras y desde
su mundo, ese en el que tú la pusiste.
El alba dejo un cuerpo inerte y
nuevos soles. Una mañana de domingo de últimos de Diciembre, un paseo al
ángelus que tu hijo conducía y un cielo que no debía ser tan precioso… Así
acabó todo.
Terminó con tus cenizas templadas
entre las manos de Teresa en un asiento de atrás y una descomposición de besos en
el forro de sus bolsillos.
Teresa tiene que dejar aquí las
ganas de escribir porque sería eterno, sucedieron revuelos, aparecieron reliquias inventadas, Teresa
tiene tus gafas para guardar siempre tus últimas miradas, tu cartilla militar escrita
con tus letras y algún tesoro, solo
recuerdos, enmarcamos tus sonrisas y guardamos tu peine y tu identidad en otras
manos, nos hiciste regalos después de irte. En casa existe una corriente de
amor que pinta el camino al sitio, se
puede seguir por las losetas de mármol blanco y sufre constantemente un
síndrome de flores, no podemos dejar de
ver tu cuerpo dibujado en un susurro y todos sufrimos empacho de sueños en los
que creemos que todo ha sido mentira, menos tus pájaros que no sueñan y siguen cantando. A mamá le duelen los dientes de tanto
roer la pena, pero el Señor y dador de vida te la ha quitado.
Te quiero, padre, te quiero… Tu Teresa
escribe esto para que no se le olvide.
Estupendo. Triste y agrio como no puede ser de otro modo. Pero estupendamente relatado, como supuestamente se viviño. Se desprende de lo relatado que se vivió tan intenasamente como se contó. Por eso es duro. No sé si eres de Villalba, porque estoy intentando saber quien era el padre de Teresa y no lo consigo. Saludos
ResponderEliminarCreo que ya sé más o menos de que familia eres, pero aún estoy un poco desorientado. Es un Blog fenomenal y muy personal. Creo que eres un descendiente de Martín. Probablemente ha sido él quien te ha pasado la historia de la Cruz. Por ahí te he pillado. Saludos
ResponderEliminarVaya, vaya...Una verdadera sorpresa, como coger a un extraño haciendo un pisto en mi cocina. Gracias por las palabras que le dedica a esta, de alguna manera mi casa. Dices que el Blog te parece muy personal, pero es que la intención es escribirlo casi para dentro, creo que lo conocemos cuatro o cinco personas. Mis deseos y mi intención en poner a bailar la palabra y el sentimiento y así me sale... Y el ponerlo en el aire me da sensación de que no se perderá. Dice un amigo mío, al que quiero mucho, que la nube de Google es lo más seguro que ahí. Teresa, es verdad que escribe como se vivió, muy intensamente, es cierto... pero como bien dices fue durísimo, aunque la decisión de estar al lado de su padre en esos días fue otra de las pocas certezas de su vida. Lo que cuenta, sucedió hace menos de dos meses, y lo único que ha hecho es intentar ponerle belleza a la tragedia más grande que ha vivido hasta ahora, la muerte de su padre el 29 de Diciembre pasado, tras un año de infierno. Sí, soy de Villalba y quiero pensar que usted también. También soy descendiente de Maríin, es mi tío, hermano de mi madre. Soy hija de Diego la Trea y Rosario la Mosca, no sé si eso le dice a usted algo. La historia de la Cruz me ha gustado mucho, por la historia en sí y porque pienso que eso de pasar las crónicas de padre a hijo no debería perderse nunca. Martín sabe unas canciones preciosas, las contaba su abuela, mi abuela y mi madre, pero él siempre ha prestado oídos y memoria. El día que se decida a escribirlas disfrutaremos mucho todos. Y por último Teresa no es Teresa… Otra peculiaridad de los Villalberos. Cuando Teresa era pequeña, era muy delgada y con las piernas muy largas, caminaba rápido y volaba danzarina, como una cigarra. Y su padre en el pueblo siempre oyó que a esos bichitos le llamaban Teresas… Y por eso para referirse a su hija decía….¿Y mi Teresa?.... Pero yo me llamo Paca. Así que Paca le expresa las gracias por sus palabras, creo que su curiosidad ha sido resuelta, pero la que escribe es Teresa, su Teresa. Gracias y encantada de tenerle por aquí. No se canse de su Blog, es muy interesante.
ResponderEliminarPor cierto…a todo esto… ¿Quién es Arturo?... Un saludo
Hola de nuevo. Ya de paso, insistir en mi pésame para la persona/as afectadas por la pérdida. Yo soy un nieto de Dolores la de Patera, hijo de Antonio y me llamo igual. Era vecina de la madre de Martín, pues vivían una enfrente de la otra. Con Martín contacté por casualidad a través de Facebook, y a partir de ahí, vinieron los recuerdos de mi abuela y de tu abuela?, pues empecé a recordar a la Mosca de la Calle Palomar e incluso ver su fotografía y la de su marido. Enhorabuena por lo bien que recreas la realidad en lo que escribes. Ahora que has colocado en tu perfil la foto, sé más o menos quien eres, pues recuerdo haberte visto por Facebook. Un saludo de otro Villabero, pues.
ResponderEliminarYa...Te ubico... Sé quién era tu abuela, pero principalmente recuerdo a una tía tuya... al menos eso creo, sino me equivoco, Dolores... Una mujer muy interesante y muy independiente, amiga de mis padres. En estos meses ha pasado por mi casa varias veces a echar un ratito con mi madre, quería mucho a mi padre y mi padre a ella. Ha habido veranos que han convivido mucho... Mi madre recuerda con mucho cariño esos veranos. Hacían excursiones a Huelva por pescado y se morían de risa....Lo mismo me estoy equivocando y no sois familia.... Ya me dirás. Un saludo y encantada de leerte en Imagina65.
ResponderEliminarHola. Efectivamente. Es Dolores. En la página de https://www.facebook.com/pages/Villalba-Del-Alcor-Memoria-Fotografica-De-Un-Pueblo/102210896616080..hay fotos de mi abuela. Y si no me equivoco, tu madre debe ser de la pandilla de amigas de la infancia de mi tía Dolores junto con Catalina la de Eugenio etc.No verás fotos mías en Fcebook, porque no lo doy todo en las Redes Sociales al 100% por precaución. Ya sé quién es tu padre, es el fallecido, lo siento (insisto), he sido un poco lento en lo de identificar a Teresa.Tú eres prima de Mari Pepa Galán y, de lo tu padre supe porque le pregunté a mi madre cuando leí la historia en el Blog. Por cierto, no sé si te dije que lo he enlazado al mío, por si "nos leen"...También supe que eras sobrina de Martín cuando te envió la historia de la Cruz de la Verea. Hay varias historias que ne ha mandado para que las pusiera en el Blog, cómo la de la Serpiente de la Cueva o la Serpiente mamadora..yo también le he enviado algunas más increíbles como la que le envié del Camposanto, que él creyó que era una ficción y, resultó que era un caso ocurrido en el pueblo...en fin. Espero que os vaya bien. Saludos, Salud y fuerza. Arturo65
EliminarTodo correcto, todos los datos... soy prima de María Pepa y sobrina de Martín. Por cierto... que es esa historia del Camposanto... no la encuentro en tu Blog ni en el muro de Martín, me ha picado la curiosidad...Dime donde la puedo leer. Un saludo.
ResponderEliminarNo se qué decir. Escribiré un manoseado "Lo siento".
ResponderEliminarDespués de leer esto, todo lo que yo pudiera escribir me parece impertinente.
Gracias, amigo... Es más que suficiente. Gracias
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