martes, 5 de julio de 2011

Serena ya teje a dos agujas






Tres puntos altos y uno al aire, cerrando la vuelta en un punto raso…. Un punto al aire, cinco puntos bajos, otro punto al aire. Tres puntos bajos, repetir un espacio vacío y seis espacios cruzados, cerrar la vuelta.
- Me estás mareando Serena, así me equivocaré…. Pasar el punto del borde, tomar la hebra que está debajo del tejido, jalarla y formar dos puntos al derecho y dos puntos al revés… calla un momento.
-Necesito saber como fue… le dice Serena a su madre mientras tejen a la luz del balcón. Un punto al aire, cinco puntos bajos, otro punto al aire.
- Ese trozo de mi vida, madre… cuéntamelo otra vez.
-Pero, Serena… si no es tu vida, tú ni pensabas en nacer.
-No, madre…. Es la vida de las dos. Cuéntamelo. Cuéntame madre lo de sus ojos… empieza por el día del bar.
-No empezó ahí, Serena… fue mucho antes… meses antes…. Años, diría yo. Pasar el punto de borde, tejer dos puntos y tomar las tres hebras del final....Si tú me das tus ojos, yo te doy los míos. Así empezó.
Suelta un punto de la aguja izquierda, haz tres bucles…. Tensa el hilo con el meñique, haz tres puntos al aire…. ¡¡Está atenta…Serena!!
-Solo es una historia de carne pegada a mi memoria… Ya debe estar pegada a la tuya de tanto oírmela contar. El día del bar solo tomamos una cerveza juntos. Solo una. No nos atrevíamos a movernos de aquel bar. Tal vez porque intuíamos que iba a cambiarnos la vida, que la vida nos había cambiado. Estábamos uno frente al otro, mirándonos. Si tú me das tus ojos, yo te doy los míos. Entre nosotros solo había dos copas… un cenicero, testigo que sabría de nuestras cosas pero no de nuestros humos y tres libros.
-¿Él nunca fumó…?
-Yo no lo vi fumar.
-¿Y usó sombrero…?
-Nunca lo vi con sombrero. De los libros solo recuerdo que uno de ellos era de Delibes. Él sonreía acobardado y nervioso. Con esa complicidad que había nacido desde hacía tanto tiempo entre los dos. Me miraba, y con los ojos me decía tantas cosas… Ese día rió poco a mi pesar… Porque tiene una de esas maravillosas risas que no se pueden describir. Me hubiera gustado en ese momento acariciarle el cabello o la mejilla…. Pero solo podía pensar…. Si tú me das tus ojos, yo te doy los míos.
-¿Cómo estabas tú, madre?
-De mí, solo puedo decir que respiraba…. No, no, Serena… son dos puntos al aire, tres bucles y lanza el hilo atrás…él era el aire. Lo único que yo podía respirar desde que lo conocí. Me llenaba los pulmones en el primer instante de verlo, luego lo dejaba salir poco a poco, saboreándolo y sabiéndome a él la boca, la lengua, la nariz. Desde entonces mi historia huele a madera de barrica vieja llena de manchones de tinta. Me contó ese día que había encontrado el tesoro que llevaba buscando toda su vida…. Ese hueco donde había ido depositando todos sus sueños e ilusiones…. Sus necesidades. Contaba que siempre fue un esfuerzo palpitando ahí, donde la memoria duele…. Pero a pesar del dolor él me seguía buscando.
Disminuye tres puntos cada cinco…. Serena… y haz dos vueltas al revés. El tiempo… siempre el tiempo como protagonista de esta historia.
- Sígueme contando, madre.
- Tiempo después llegó el beso, en el que descubrí su sabor. Solo fue un tocar de labios y recorrer con la punta de la lengua y ahí…. En ese instante entregué mi vida entera… Hasta entonces nunca antes conocí nada más certero. No sonrías con cara de boba, Serena… fue así. No aprietes tanto el punto, la bufanda te saldrá encogida….Ese beso que nos desorienta a la vez que orienta, que nos domina, que nos toma de la mano y nos invade. Fue mi hermosa locura. Una locura que me besó el cerebro… las venas… el alma… el dolor… la piel… la risa… la mirada…. La vida…. La espalda y por dentro toda entera. Si tú me das tus ojos, yo te doy los míos.
Fue hace tanto tiempo que parece que fue ayer… es ahora mismo. ¿Siempre hermoso como en la foto, madre?…Siempre divino, Serena. A veces cuando estoy herida y ya comprendo que no le tengo… recuerdo cuánto sufrí ante los miedos del tiempo y barrunto mis pesares antiguos… Yo pensaba en algún Dios y le pedía…. Si me quitas sus ojos, me robas mi rumbo. Ese Dios me lo acabó quitando, Serena. El tiempo… maldito tiempo…. Tiempo malvado. Es duro saber lo que no supe a tiempo y no poder dejar de saberlo nunca. Ahora que ya no le tengo, se de él y de su historia, de sus besos y de su piel de agua… Ay, Serena… no me hagas contar. Solo soy un desván de trastos viejos donde acumulo lo usado, las cosas del olvidar, mis cachivaches, sus cartas, las telarañas de su alma y de la mía, los sentimientos atragantados, aún guardo su navaja… ¿quieres verla? Todo lo viejo y lo suyo está aquí guardado, pero ahora es mío… sus palabras, algún enfado… un guiño… los canutos de la pana, una amapola, el olor de su cuerpo dormido aquél instante… alguna foto y su beso. Algún día tendré que empezar a tirar, pero no quiero tirar nada…
-Madre ¿se llevo algo cuándo se fue?
-Sí, la foto que te hizo agarrada a la reja de la casa chica, y mi vida entera.
-¿Cómo se llama este punto de aguja, madre?...
- Punto vainilla, Serena…. Y no aprietes tanto. Cierra ese bucle y alza cinco puntos y uno al aire. ¿Te gustaría que volviera, madre?... No, ya no… el dolor es algo muy extraño, duele lo que se tiene y lo que no. No volverá, déjalo estar. Siempre supe que era un hombre noble pero también supe que no iba a quedarse, no debo guardarle rencor…Caí en buenas manos. No fueron bruscas sus manos, no dieron tormento, solo acogieron mi soledad y mi cuerpo. Quizás algún día solo tire a la basura esa absoluta sensación de despedida, ese miedo a no tenerle nunca más. Entonces sabré con certeza que le he perdido, que siempre estuvo perdido, que he perdido todos los siempres.
Anda hija, déjame sola….no quiero contar más, me siento vieja.
- Baja a buscar a tus hijas, que dejen el sol y suban a comer. Yo mientras voy a cerrar los ojos y a buscar un rato su risa.
- No te pongas triste, madre.
- Serena, no es tristeza… vida mía… es la certeza de saber que atrás no se puede volver ni siquiera volviendo

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