jueves, 10 de junio de 2010

Hombre lento

Es un gran libro porque es una gran historia. Otra vez el destino teclea en su esotérica máquina de escribir, la historia de algunas vidas. El hombre del muñón, que se despierta en un capullo de aire muerto y comienza a ser víctima de una pasión inapropiada. La ambulante señora balcánica, Marijana, una amarga y fría Dulcinea; Elizabeth Costello, que viene a desafiar y necesita un inhalador; Marianna la de las dos enes, que se pone el vestido del revés. Todos vienen a demostrar lo extravagante y pintoresco que es el pensar, que a uno le van a mandar una notificación avisando de cuando le llega la hora. La hora supuesta en que tu vida cambia, para ya nunca ser la misma, para desordenar tu alma.
Coetzee, nos monta en bicicleta, sentimos un terrible impacto y nos hace perder una pierna; todo eso para hacernos saber, que caminar en esas circunstancias, no es divertido; pero también debemos saber que después de cierta edad todos hemos perdido una pierna, más o menos. La pierna ausente no es más que una señal, o un símbolo o un síntoma, de hacernos viejos, viejos y poco interesante.
Así que ¿de qué sirve quejarse? ¡Escuche! No consuma sus propias penas............le dice a gritos la señora Costello al hombre del muñón. Ella quiere saber sobre un problema de corazón, pero no cardiaco. Necesita averiguar qué pasa cuando un hombre de sesenta años compromete su corazón de forma inconveniente. Ella le da opciones que él no quiere oír. Él no quiere escuchar su Tic-Tac con los ojos cerrados, junto a señoras con vestidos del revés, él sabe que no puede querer a Dios sobre todas las cosas; él ama a Marijana sobre Dios y sobre todas las cosas. Hay una “blessure” en su viejo corazón, que el destino no quiere curar; entiende y comprende que no puede cuidar a unos seres que no le pertenecen, pero no puede evitar amarla profunda y tiernamente; con un enorme respeto, necesita esa “copina” para sus últimos días.
Coetzee, intenta que el hombre del muñón sepa, Costello intenta que el hombre del muñón sepa, Dios intenta que el hombre del muñón sepa; que perder una pierna o perder a Marijana, no es más que un ensayo para perderlo todo. ¡¡Vamos, da una patada al suelo!! Toma decisiones, Paul; no desarrolles carácter de tortuga, ella se pasa una eternidad husmeando el aire antes de asomar la cabeza. Cada bendito paso le cuesta un gran esfuerzo, no, eso no. Don Quijote no se trata de un hombre que se queja de lo aburrida que es la Mancha. Trata de un hombre que se coloca un bacín en la cabeza, sube a su viejo rocín y parte a emprender grandes hazañas.
Que difícil, seguir conservando la sensación de ser un alma con una vida espiritual completa, a la vez, que sentirse un saco de sangre y huesos con el que está obligado a cargar. Paul, un animal tullido, pasa por un terrible momento, desesperanza, desánimo, no quiere pensar, no quiere reflexionar. ¿Son los movimientos de las partes de su cuerpo puramente caprichosos? Para él todo se reduce a una cosa, un solo movimiento: la inflamación del alma, la inflamación del corazón, la inflamación del deseo. ¿Qué sabe el deseo de mutilaciones o de compromisos inapropiados? Nada, el deseo de eso, no sabe nada.
En “Hombre Lento” asistimos a la colisión de la coexistencia de dos planos distinto ¿El hombre del muñón puede ser un personaje de ficción dentro de una novela? ¿Elizabeth Costello, es un Dios sin piedad? Continuamente el autor sugiere que Paul no es más que una marioneta ¿Quién mueve los hilos? ¿Coetzee, Dios o la señora Costello? Una impresionante e inteligente novela, cargada de sentimientos auténticos, que habla de sufrimientos, de lo que los sufrimientos pueden enseñarnos. Cuenta sobre Eros, sobre el deseo, y lo inevitable del deseo, sobre la naturaleza del amor y sobre la soledad humana. Fría, concisa, precisa e inmensamente poética, sin necesidad de muchas palabras solo alguna voltereta literaria. Excelente

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