jueves, 10 de junio de 2010

El edificio Yacobián

Nos vamos unos días al Cairo……………….a conocer los últimos setenta años de la historia de Egipto. No buscamos en libros ni en documentales, no, no. Alquilamos un chiquito cuarto en el Edificio Yacobián. Nos mudamos a una de las avenidas más importantes de la ciudad. Un edificio impresionante, diez plantas, ocupa tres esquinas de la calle, un enorme garaje trasero y una azotea con cincuenta pequeños trasteros que se alquilan como viviendas. Quizás sea la mejor manera de conocer un país lleno de contrastes, la discriminación de la mujer, o las dificultades de los jóvenes para ascender en la escala social.
Llevamos a la sociedad egipcia al internista y le hacemos una radiografía, en la que rompe los tabúes y detalla sin tapujos la corrupción, el sexo, la represión policial, la miseria, el fanatismo y la hipocresía moral y religiosa. A veces la realidad no es agradable, claro que no, solo es soportable. Así lo viven la mayoría de los vecinos de esta azotea, que brilla solo por la enorme vida que respira. Todo es un gran latir, en el que existe más ternura que amargura.
Es un verdadero placer compartir sus vidas unos días, viviendo con ellos, en uno de esos pisitos de dos metros cuadrados con paredes y puertas de metal, donde la vida se hace más, fuera que dentro, donde corren niños y gallinas por la azotea, donde los hombres fuman narguiles y charlan en las noches calurosas.
Allí conocemos a Zaki Bey, un anciano hedonista, alcohólico, cosmopolita y mujeriego. Busayna Sayed, una bella joven que se deja toquetear a cambio de unos billetes. El culto Hatem Rechid, con una sexualidad trastocada por una infancia solitaria y gratificada en el suelo y por la espalda, que pasa sus noches depredando en bares. La intriga política la conocemos a cargo del empresario Hagg Ezzan, que juega con droga y algo más. El corte de aspiraciones nos lo enseña Tahe Shazli, el hijo del portero, con una vida frenada por la portería y llevado de cabeza al fanatismo y al matrimonio. Ha sido una bonita experiencia conocer a esta gente y sus costumbres, sorprende la agitada vida sexual de los vecinos, a pesar de la religiosidad y el obligado decoro en la mujer. Todo no es lo que parece.
Pasar unos días en la calle Suleimán Pacha, en la azotea del edificio Yacobián es como aceptar la invitación de algún vecino de 13 Rue del Percebe, pero en serio. Yo me quedo con la única historia de color de la azotea, una historia de verdadero e increíble amor, una historia de “La vie en rose”, con música de Edith Piaf. Busayna pensó que lo que estaba sucediendo entre ella y Zaky Bey era algo extraño e inesperado. En su interior quería escapar del amor que sentía. Deseaba quedarse con él para siempre, cuidarle, respetarle; ¡Cómo le gustaba su cara de anciano cuando la escuchaba atentamente, le contaba sus historias y le hablaba bajito! Los sentimientos hacía él habían ido creciendo en fuerza hasta aquella mañana en que descubrió que le amaba. Antes de dormir recordaba lo que habían hecho, sonreía y le invadía un torrente de ternura. Zaky Bey, con sus setenta y cinco años, no podía creer que Alá le tuviera guardado este abrigo, reían juntos porque él quería vivir otros treinta, le hacían falta. Le hacían falta para seguir sintiendo el cuerpo de ella ardiendo de deseo bajo el suyo. Le hacían falta para hacer el amor en el cuartito de la azotea o simplemente quedarse tumbados, contemplando sus rostros. Le hacían mucha falta, pero a veces se necesita muy poco para ser feliz, solo hablar en susurros para ahuyentar la tristeza y no esperar el final. Gracias Busayna, por contarme tu historia de amor, tan maravillosa; hay mujeres portadoras de fortuna, que en definitiva son una bendición, ojalá tú seas una de ellas. Él prometió llevarte a París, mientras escuchabais la canción, él te la contaba porque tú no sabías francés, yo te regalo unas letras para que la puedas leer. ¡¡Buen viaje, a los dos!!
Ojos que hacen bajar los nuestros
Una risa que se pierde sobre su boca
He aquí el retrato sin retoque
Del hombre al que pertenezco.
Cuando me toma en sus brazos,
Me habla todo bajo,
Veo la vida en rosa,
Me dice palabras de amor.
Palabras diarias,
Y eso me hace algo.
Entró en mi corazón,
Una parte de felicidad
Que conozco la causa.
Él es para mí, Me lo dijo, lo juró
Por la vida.
Más noches de amor por terminar
Una gran felicidad que se sienta
Sus problemas y penas se borran
Feliz, feliz a morir
Bellísima novela, el autor, al escribirla, ha provocado un terremoto social y literario en El Cairo. Y en mí, ha dejado un bonito recuerdo de este paso por la azotea, me ha regalado un puñado de vidas amigas a las que podré saludar y unos emotivos recuerdos al sentirme invitada a la boda de Busayna y Zaky Bey, de vivir con ellos esos momentos mágicos, ver esos ojos cansados, de enamorado mirar a la novia. Fue una tormenta clara y espontánea de amor compartido que nunca olvidaré. Un prodigioso lugar

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