sábado, 20 de marzo de 2010

Carta abierta a un aprendiz de factor

Querido Milôs, no sé si estas palabras te llegaran, si será un buen momento para ti, tú sabes de telégrafos, de mensajes, de trenes correo y de sellos que se ponen en postales de suave piel, espero que sepas llegar hasta mí y oírme lo que te tengo que decir.
Acabo de leer los renglones de tu vida, una vida de chico ingenuo, bonachón y pasmarote. No debía ser fácil pasar tus horas siempre atento a vías por las que pasaban trenes, unas veces llenos de armas para acabar con la vida de los hombres y otras con hombres a los que se les estaba acabado la vida, unos oliendo a pólvora, otros a sangre y medicinas; y todo esto sin darte cuenta que tenías que cuidar la tuya. Fuiste protagonista y espectador de sucesos ridículos, obscenos y trágicos, aunque a veces no pudieras callar y te gustara contar. Debías de tener toda la paciencia del mundo, siempre esperando el próximo tren, siempre queriendo hacer tu trabajo bien; sin embargo no supiste esperar a que tu hombría se presentara sola y fuiste corriendo a acabar con tus días. ¡¡Bonita solución!! ¿Por qué no esperar? Ya sabías que había trenes que llegaban puntuales aunque a deshora, que un tren nunca llega tarde, que en la estación siempre hay alguien que espera.
No, no creo que fuera fácil tu existencia, cargando con el karma de unos parientes perdedores y desgraciados, que habían pasado por la vida como por la pista de un circo, regalando números de magia con tanques a todo el que quisiera mirar. En fin, un poco de lacra familiar que había que superar. Descubriste el amor y el deseo como encogido, no le diste tiempo a espabilar, derrochaste una ingenua humanidad que se convirtió en solemne cuando te tuviste que revelar ante el invasor, demostrando toda tu recién nacida hombría en las alturas, con un acto heroico sin sentido. Quizá te perdió la impaciencia, debió ser horrible ver el tren circular ruedas arriba, como si anduviese por el techo de la noche, esa noche que pronto cubriría tu silencio por los siglos de los siglos, debiste asustarte mucho al sentir tu sangre caliente correr por tu garganta hasta la cabeza ……………. ¡¡Pobre Milôs!! Como un títere dislocado cabeza abajo.
¡¡OH Milôs!! No eras un lirio mustio ni padecías enormes males, solo tenías que haber encontrado a tu mariposa y sentir el tierno arrullo, el tintineo y el murmullo de los dos. A Mása le gustaba verte con tu uniforme de botones de bronce, que mamá te limpiaba con sidol, tan elegante y tan varonil, debiste darle una segunda oportunidad. Solo eso.
Todo para que nos volvamos a enterar de que todas las guerras son estúpidas, incluida la tuya contra la impaciencia por ser hombre. Al final te igualaste con tu enemigo, diciéndonos que todos los hombres somos iguales, no importa de que bando estés, todos llevamos un alma dentro y mucha sangre que se empieza a derramar, no importa si vas o no subido al tren.
Desde ese momento dejaste de oír el tic-tac de la nieve para oírte a ti mismo diciéndote adiós, y desde ese momento tu uniforme y tu capa ya no te necesitaran. La preciosa estrella bordada con hilo dorado de aspirante a factor, se la quedará mamá.
Me ha encantado el libro que te cobija, una novela en la que la genialidad está en la sencillez, una brevedad donde se esconde mucho contenido. Es leer una historia en blanco y negro, marcada por gags semejantes a una película muda, contada con cierto romanticismo, deliciosa, delicadamente humana. Unas páginas distraídas y llenas de matices, tan completamente realista, que es fácil reconocer nuestras debilidades en los inquilinos de esa estación, hasta el punto de que es muy sencillo perdonarlas, todos cometemos o nos gustaría cometer los mismos pecados. A veces las cosas ocurren con tanta precipitación, certidumbre y naturalidad que no da tiempo a verlas llegar, suceden y ya está.
No es solo que guste el libro, a mi me ha gustado mucho lo que esconde en sus rincones, es bonito leer sobre lo realmente humano entre palabras sonrientes, divertidas y traviesas. Milôs, me ha encantado conocerte, me has parecido genial, y he disfrutado enormemente de los reglones que cuentan el por qué y el para qué de la vida. Te buscaré en alguna estación y tu madre te estará esperando tras a cortina, inmóvil, como siempre que te vas.

Descansa en paz Milôs Hrma

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