jueves, 28 de abril de 2011

Perpetua Linda






¿Cómo le puedo decir yo que nunca la va a encontrar, si está gastando la vida buscándola?
Él me ha dicho que le duele el aire, que la sangre quema sus venas y que su cama de noche se convierte en alfileres, porque perdió a la mujer que ama en alguna de las vueltas del destino y no hay mapa que le diga dónde hallarla. La busca por la corteza de este mundo y la buscará en el otro sin concederse un minuto de tregua ni de perdón, y sin darse cuenta de que no es afuera donde tiene que buscarla, sino que la lleva adentro, metida en su fiebre, presente en los objetos que toca, asomada a los ojos de cada desconocido que se le acerca.
Me llamo Tormento…. Tormento Sola y tengo afición a escribir todo lo que me acontece. Conocí a Lázaro un día cualquiera de hace unos meses….no recuerdo el tiempo…. no recuerdo si hacía sol o llovía…. No recuerdo si había más almas aquí cuando llegó, o solo Lázaro y yo… No recuerdo si estaba puesta la radio, o si algún tren salía o entraba en la estación…. No recuerdo nada, solo los ojos de Lázaro Espino buscando una respuesta en los míos cuando me preguntó por ella. Yo entonces…. solo pensé que era uno de esos hombres que pasan por aquí de camino a otro lugar, sin más. Pero Lázaro era de esos que empiezan a desaparecer mientras busca a su desaparecida, de esos que intentan mirar hacia delante con ojos atados a quién han dejado atrás. Lázaro se sentó y bebió ese día al igual que todos los días siguientes que ha venido a buscarla desde hace ya mucho tiempo. Se sienta en la esquina de la barra y pregunta por ella a todo el que llega a la estación. Así pasa sus horas… El mundo me sabe a ella, me ha confesado… mi cabeza no conoce otro rumbo, se va derecho donde ella. Algo en Lázaro me conmueve profundamente, quisiera mirarle el alma pero no puedo… Solo pude escucharle desde el primer momento que empezó a contarme…. Y amarle, solo puedo amarle….. Así pasamos el tiempo… en la barra de la estación…. Enhebrando silencios con jirones de conversación…. Lázaro Espino habla meticulosamente, con deleite demorado, con las manos quietas y los ojos locos, mientras me cuenta lo que ha sido su amor por ella. El amor de su vida, esa mujer que busca desesperadamente desde que se fue de su lado… Perpetua Linda…… Así se llama. Así la nombra ante todos. Siempre la busca, todos los días la busca…. Saca la foto y dice su nombre…. Perpetua Linda. ¿La has visto?.... pregunta a todos los forasteros que bajan o suben al tren y pasan unos minutos por el bar. Todos mueven la cabeza y le sonríen con agrado tomándole por un loco o un desesperado.
¡¡Tormento… Señora Tormento!! Me llama, para seguir contando. .. Solita, Lázaro, todos me llaman Solita… le digo yo mientras me voy acercando a su lado y comienza de nuevo a abrir ese espacio sin ventanas ni palabras donde esconde sus afectos. A veces quiere hablar pero no puede…. Sus dulces y viejos ojos se le inundan de lágrimas y mira el vaso vacío durante horas….pero nunca mira el reloj, porque Lázaro no tiene prisa. Que no me mire usted con esos ojos que me ahogo en ellos, quisiera decirle yo…... Sabe que no descansará mientras no la encuentre…. Pasará sus años metido en una camisa de ortigas que no le deja estarse quieto. Así se siente. Tormento… ¿Verdad que es linda?... me pregunta a veces….Solita, Lázaro, todos me llaman Solita… Yo miro un instante la foto que siempre lleva consigo… sonrío y asiento sin poder contestar… y luego busco los ojos de Lázaro, sus manos, el cuello de su camisa… imagino su espalda, su pecho y sus partes de varón… Quisiera ofrecerle mi cuerpo para darle amparo, pero no puedo….Mientras le escucho…su chaqueta doblada a mi lado nada dice, pero suelta ya un olor familiar donde yo creo encontrar la tibieza de su cuerpo, un olor a desespero… siento el color del primer cielo y un ramalazo de mi último dolor. Me empieza a contar de todos sus caminos…. Me entero que ha sido contador de historias en las plazas de mil pueblos…. Inventor de sueños en algún escalón. Aseador de mercados, donde le pagaban con pequeños manjares y golosinas, sabe suturar heridas, coser botones y susurra alguna canción…. Ha hecho de chofer de mulas y se ocupa de las goteras de algún canalón. En algún sitió desguazó motores…. Aquí, con nosotros gusta de recoger hierbas de infusión de los bordes de un arroyo…. Hoy me trajo dos naranjas y un manojo de romero…. Ayer unos pimientos verdes y picantes aún mojaditos de lluvia… Otras veces trae bonitas flores de tila de algún árbol del camino o regala poleos o tomillos a todo el que llega a la estación. Pero entre sus destrezas, hay una en particular que a todos en el pueblo nos tiene encantados….Lázaro Espino es tocador de celesta, reparó el instrumento abandonado de la iglesia y todos los días de fiesta llena el aire de música celestial….. Lo saca a la puerta de atrás, a los porches de las monjas para que todos los puedan escuchar. En ese momento el pueblo se vuelve mágico y Lázaro está más feliz que nunca, pierde ese espejismo de nostalgia que siempre lleva en su cuerpo, y mientras mira las teclas de la celesta le desaparece esa fiebre de amores que quema constantemente sus pupilas. Su música lo ampara y lo enlustrece, queda pegada al aire durante muchos días, y todos parecemos flotar en una gelatina a medio camino entre el alivio y las ganas de llorar.
Mientras yo le voy queriendo, él siente culpa de haberla dejado escapar, de no buscarla bastante, de dejar que se la llevaran esos malos pensamientos, los celos de Perpetua. Ella un día se asustó y se marchó. Siente culpa de comer, de respirar, de seguir vivo, de caminar,… Cree que todo es traicionarla. Cree encontrarse con su amada cada vez que suena la puerta de entrada y la traspasa algún viajero…. Una vez traspasada la puerta su ilusión se convierte en ansiedad y tristeza… vuelve la cabeza y pregunta por ella. Todos los días lo mismo… saca la foto y dice su nombre con inquietud…Perpetua Linda… ¿La has visto?
A la hora de cerrar se despide….Y yo me subo a soñar. Esta noche no puedo dormir, me lo impide el dolor, me lo impide saber que alguna vez le compró a su amada unos zarcillos de perlas y un pañuelo color flor…y mi cama se convierte en una feria de ilusiones destrozadas. Eso me contó, que alguna vez le compró a su amada unos zarcillos de perlas y un pañuelo color flor, para que no le sorprenda el reencuentro sin un regalo. Unos zarcillos de perlas y un pañuelo color flor, eso le compró. Y lo repito y lo repito…. Entonces mi pena me sube al alma como leche hervida… el ansia pringa mi piel, me seca la garganta y me inflama el corazón. En mi cama nunca huele a alegría, nunca siento hambre ni calor. Así trascurren mis noches, una tras otra…. Mis horas a oscuras, él perdiéndose en su busca y yo bregando sola, intentado dar con él. Cada amanecer sigo en mi lugar, en este refugio desterrado al que dedico mis días, esperando a Lázaro Espino… esperando el momento de verle llegar… yo sigo siendo una enfermera de sombras con las enaguas vacías. Sé que la muerte tiene una hermana más taimada y perseverante, que se llama Agonía. La dama Agonía me sostiene desde que Lázaro empezó a contarme su historia de amor y yo siento el súbito impulso de acariciarle su mejilla mientras le oigo contar. La madera vieja y húmeda de las pareces suelta un olor que acoge y reconforta, me gusta estar allí con él. Mi mano, a veces…. Decidida… va adivinando la textura de esa piel surcada de arrugas que está a punto de tocar. Las yemas de mis dedos se alegran en lo que podía ser un barrunto del roce de una caricia. Hacia allá se estira confiado mi brazo, pero yo lo contraigo enseguida…. Mil veces he intentado tocarle y mil veces me invade el pudor. Algo me grita desde sus ojos que pertenece todo entero a Perpetua Linda…No puedo hacer nada con ella, Perpetua la incierta… la descaminada, la perpleja… y como hacer desaparecer esa sombra desmayada y volátil que lleva colgada al cuello Lázaro, como desembarazarse de su presencia constante. Con sus párpados de seda, sus cabellos de niebla y ese corazón de pulsaciones pálidas…. Ella pertenece al reino del desvarío. Su tragedia y su misterio me fascinan y angustian a Lázaro. Su historia me persigue de día y me revuelca en mis sueños. Lázaro solo está a mi lado porque sabe que aquí terminan todos los caminos…Y mientras, solo la sigue buscando.