lunes, 14 de marzo de 2011

Despierto un cuadro. Sola



Toda la mañana inquieta, no he descansado bien en los últimos días…. Han dormido en mí, pesadillas... congojas e inquietudes…. Temores y pánico.
Estoy esperando a Simón para almorzar juntos como todos los días…. La carne está un poco reseca y las verduras pasadas… casi da igual porque hace muchos días que ya no tenemos apetito. Salvamos las comidas haciendo bailar el tenedor por el plato…. Moviendo aquí y allá los colores….Y bebiendo unas copas de vino. Los dos estamos fingiendo una tranquilidad que no existe… para no dañar al otro… un diario disfrazarse para ver si la vida no nos conoce y piensa que se ha equivocado. Un disfraz de valientes que esperan la sentencia que cambiará nuestras vidas. O quizás no.
Ya está aquí Simón…. Hace rato que mueve la carne por el plato blanco y cuadrado… como si buscara la amapola que está dibujada en el fondo… hace grupitos con los guisantes y ahora se ha llevado un trozo de zanahoria despintada a la boca. Muerde en silencio …. Mientras mira el tenedor. De vez en cuando levantamos la cabeza de nuestros platos y hablamos cosas intranscendentes y sencillas. De cosas domésticas y recados …. Últimamente no hacemos muchos planes.
Se ha levantado a poner agua para la infusión. Lleva años tomando esas infusiones tan maravillosas a las que venera…. Le gusta traer a casa novedades de alguna tienda con la que se cruza. Hemos probado desde la melisa al estragón, pasando por té de todos los colores…. Ahora estamos con un rooibo al caramelo que es de las cosas más empalagosas que existen en el planeta. El nunca me pregunta…. Me pone delante mi taza y me la bebo sin rechistar. Cómo decirle que me aburren sus magníficas infusiones que lo curan todo… desde una digestión hasta prevenir la hipertensión. Me la tomo con la inexplicable satisfacción de compartir con él su tesoro. Quizás él piensa que es un conjuro contra la mala fortuna, contra esa mala suerte que ha torcido nuestros días…qué importancia tendría seguir tomando toda la vida sus aburridas e insípidas infusiones si pudiéramos hacernos viejos juntos.
Mientras sostiene su taza entre las dos manos… como buscando ese calor que le falta en el cuerpo desde hace tiempo… me pregunta si de veras no me importa ir sola al médico. No, cariño… no me importa… Le respondo pisándome un pie con otro mientras tengo las zapatillas olvidadas debajo de la silla y me muerdo el interior del labio buscando donde agarrarme.
¿Cómo podemos vivir tantos días en medio de tanta falsedad? La rutina, los horarios y los trabajos, la familia y los amigos, la pintura de las paredes y la cortina del baño para no ver a Dios señalándonos con el dedo. ¿Sabrá ya el médico lo que va a decirme? Lo habrá repetido mil veces y se sabrá las maneras de memoria. Casi no hablamos de ello, somos personas de lo más corrientes, mediocres… seres triviales que no vamos a cambiar el mundo. ¿Porqué a nosotros?
No, cariño… no me importa ir sola al médico a saber la verdad, la sentencia… la condena y la sanción. Yo soy la más valiente de los dos.
Podía venir conmigo mi hermana o una amiga…. Pero a todos les he dicho que vendría Simón. Es un momento íntimo al que nadie tiene ganas de veras de asistir, es el momento de cogerse de la mano, buscar el hombro amado y esconder la mirada de dolor en algún rincón. Mejor no tener testigos de este momento… Iré con Simón, les he dicho a todos.
No, cariño…. Me encuentro bien, iré yo sola al médico. Me da un beso, dulce del caramelo de la infusión y amargo de la bilis que sostiene esa boca en su interior. Sabe que cuando vuelva a verme…. Esta noche, nuestras vidas habrán cambiado. Me dice adiós y se pierde en el pasillo….le oigo recoger las llaves del coche….me imagino como se tantea los bolsillos mirando si lo lleva todo, haciendo una lista rápida de objetos cotidianos que siempre llevamos en los bolsillos y el ruido de la puerta al cerrar me hace saltar de terror.
Tengo cita a las seis y media… tiempo suficiente para vestirme e irme dando un paseo hasta el médico, no queda lejos. Ha llovido por la mañana, pero por la ventana de la cocina se ve un cielo despejado y el aire se siente fresco…. No tengo ganas de subirme a ningún autobús… ¿Qué me pongo?
Llego a la consulta demasiado pronto…. Siempre he sido excesivamente puntual, siempre me sobra tiempo, siempre llego antes que los demás. La enfermera me recibe con su cara de agradar a todo el mundo, confirma mi cita y me solicita la tarjeta…me invita a sentarme…. Queda un par de pacientes antes que yo, me anuncia. Hay un sofá ocupado por un señor mayor y el que debe ser su hijo…. Los dos tienen la misma exagerada nariz, el joven sujeta una carpeta azul entre las manos y el mayor sostiene sobre sus piernas un sombrero gris. Al instante llega un matrimonio maduro, con una chica joven. Creo que no es normal estar sola en la sala de espera de un oncólogo, en ese momento siento la extrañeza que debo despertar en los demás. Busco entre las revistas gastadas alguna que llame mi atención…. Y empiezo a mirar fotografías, no soy capaz de leer nada…. Y siempre me han dado un poquito de asco las revistas de las salas de espera, como si en sus páginas la gente fuera dejando sus males. Veo unos vestidos maravillosos que han lucido las actrices en una gala de cine…. Veo nacimientos y modas…. Veo consejos de belleza y problemas del corazón. No veo nada…. Me aburro enseguida. Creo que me he perdido en el miedo que me abraza…. Y me amparo en el pequeño libro de poesías que siempre llevo en el bolso…. Ese de la cubierta marrón que me regaló Simón la última navidad. No paro de mover las puntas de los pies y me mata la espera. Cuando levanto los ojos de las palabras, veo a la enfermera que me indica que ha llegado mi hora y que el médico me espera…. Siento como si alguien me hubiera hecho una foto.
Pase, por favor, por aquí. Ya sé por dónde, me gustaría decirle…. No es la primera vez que vengo, aunque sí es la primera vez que lo hago sola. Yo soy la más valiente de los dos.
Él médico me recibe de pie, a un lado de su bonita mesa…. Y me da la mano con ternura, siento yo…. Mal indicio. Me dirige una bonita sonrisa y me invita a sentarme cómoda en un sillón. Mira a la puerta como esperando que entre alguien más, deduzco avergonzada sintiendo el latido de mi soledad. Me mira como buscando la respuesta a como me siento, él no se atreve a preguntar. De la forma en qué me mira siento que no me va a dar buenas noticias, ya tuvo que anunciarnos hace unas semanas que la biopsia había dado positiva, tendrá que pasar hoy otro mal trago. Respiro hondo y siento una urgencia enorme en saber lo que me tiene que decir. Levanta sus ojos de las páginas que está haciendo como que lee y sus primeras palabras son definitivas. Lo siento, dice…. Yo me agarro a mi reloj y le pido por favor que hable con toda claridad, que estoy preparada para lo que me tiene que decir y entonces él me confirma que no hay nada que hacer, que le quedan a lo sumo seis meses de vida y que el final puede ser bastante malo…. Hay varias maneras de que evolucione la enfermedad pero muy pronto se empezará a encontrar bastante mal y que…. Le interrumpo y le pregunto que qué se puede hacer, como sino hubiera hablado con claridad. Enseguida comprendo que ya sé la respuesta y le pregunto que entonces…. Que debo hacer, que si debo decirle a Simón la verdad…. Yo se que no quiere saberla, que tiene miedo y se siente cobarde. Que quiere seguir tomándose las infusiones maravillosas que le van a prevenir de todo… Que quiere seguir viviendo siendo un hombre sano, sin saber la verdad sobre esta enfermedad.
Él médico se levanta y viene en mi busca, a este lado de la mesa, el lado de los perdedores. Señora, me dice…. Ahora sí, me busca las manos y las sostiene entre las suyas, ahí fuera hay más pacientes impacientes esperando saber la verdad, pero yo estaré aquí para lo que ustedes necesiten. Usted, me dice, sabrá hacer lo que sea mejor para los dos… Usted, mejor que nadie, conoce a su marido y sabe qué debe hacer…. Usted debe tomar esa decisión. Le doy las gracias y busco la puerta sin sentir los pies. Ya en la calle…. Pienso que debería volver a llover, me falta el aire y quiero cerrar los ojos. Me quisiera parar pero no sé como hacerlo…. Tomo la dirección a casa pensando…. Qué hago y Cómo se lo digo.